Gaceta de La Solana
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Reportaje
“Sobrevivimos porque no hemos parado de inventar”
Informática Alhambra cumple 20 años dando formación en La Solana. Su fundador, Pedro
Miguel Alhambra, cree que la clave del éxito ha sido reinventarse cada día y aceptar la crisis
con naturalidad
A
urelio
M
aroto
H
ace veinte años todavía estaba
fresco en la memoria el codazo
de Tassoti a Luis Enrique en el
mundial 94 de EEUU, que tanto nos in-
dignó. Sólo unos meses después, ya en
1995, la Infanta Elena se casó con Jaime
de Marichalar, mientras Luis Roldán
era detenido en Laos tras un caso de co-
rrupción que, unido a los GAL, estaba a
punto de acabar con el último gobierno
socialista de Felipe González. En esas,
un tal Bill Gates lanzaba al mercado in-
ternacional un nuevo sistema operativo
para ordenador llamado Windows-95,
sustituto del obsoleto MS-DOS. Fue el
24 de agosto, más o menos cuando un
jovenzuelo de 20 años, natural de La
Solana, trabajaba a disgusto en Madrid
como administrativo. Sí, a disgusto,
porque lo suyo no era llevarle la conta-
bilidad a un jefe. Quería ser jefe. Pero
jefe de una empresa de informática,
que para eso se había sacado el título de
FP-2 en la rama.
Andado el tiempo, ese jovenzuelo ha
madurado, pinta algunas canas y lleva
tras de sí una mochila repleta de expe-
riencias. Es informático de profesión y
empresario de vocación. Se llama Pedro
Miguel Alhambra Romero de Ávila,
fundador y propietario de “Informática
Alhambra”, una firma asentada en La
Solana, su pueblo natal, desde hace jus-
tamente 20 años, cuando en la inmensa
mayoría de los negocios solaneros se
operaba a base de calculadora y libros
de cuentas, y en los hogares de a pie,
lejos de ordenadores domésticos, todos
veíamos los últimos capítulos de Far-
macia de Guardia, que emitió su último
capítulo el 28 de diciembre.
Cubrir un hueco en La Solana
Pedro Miguel siempre quiso montar su
propia empresa. Los cuatro meses que
trabajó en Madrid en una multinacio-
nal de la construcción como adminis-
trativo no fueron fáciles. “No estaba a
gusto porque yo quería otra cosa”. En
seguida captó el potencial de un orde-
nador y miró a su pueblo, donde real-
mente quería estar. “En La Solana había
academias de escribir a máquina, pero
no de informática”. Un hueco que había
que cubrir en la localidad con un futu-
ro que en la capital del reino ya era un
presente. Tinto y en el jarro. Tenía la
idea, pero faltaba el soporte económico.
Encontró un local en bruto en la calle
Feria, frente al Cine Cervantes. Un sitio
céntrico, perfecto para un negocio así.
Sus padres hicieron el resto entregándo-
le 2 millones de pesetas (12.000 euros).
“Ellos me animaron y apostaron por mí
haciendo un gran esfuerzo. Con ese di-
nero adapté el local y compré los mue-
bles y los equipos”.
En junio de 1995 abrió una modesta
academia con 6 ordenadores. En se-
guida se multiplicaron las matrículas
de niños, cuyos padres veían mucho
más cómodo, moderno y atractivo que
sus hijos aprendieran mecanografía a
través de un PC. Apenas dos años des-
pués comenzó a vender ordenadores y
con la entrada del nuevo siglo llegó la
eclosión. “A partir del año 2000 fue un
boom; todo el mundo comenzó a com-
prar un ordenador para su casa”. Ese
Pedro Miguel Alhambra en su oficina