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Gaceta de La Solana

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Sociedad

Antonia con varios de sus biznietos.

La abuela de todos

Antonia Izquierdo Guerrero cumplió 105 años, una longevidad fuera de serie.

A

urelio

M

aroto

C

uando Antonia Izquierdo Gue-

rrero salió del vientre de su

madre, las mujeres no podían

estudiar en la Universidad. Ni siquie-

ra estaba permitido el culto público

de cualquier religión que no fuera la

oficial, es decir, la católica. Fue precisa-

mente ese año, ese lejano 1910, cuando

los gobiernos presididos por Segismun-

do Moret y José Canalejas, respectiva-

mente, corrigieron ambos sinsentidos,

hoy inconcebibles. Por aquellos enton-

ces, la pequeña Antonia ya danzaba por

su pueblo natal, La Solana, lloriqueaba

y daba “guerra”, como cualquier bebé.

Por cierto, en ese año también nació el

gran dramaturgo Miguel Hernández,

aunque diez meses después que ella.

Desde aquel 12 de enero han pasado

105 años y cuarto, que se dice pronto.

Una barbaridad. O un suspiro, según se

mire. Pues bien, Antonia todavía sigue

entre nosotros. Una longevidad fuera de

lo común que la convierte en la decana

de los solaneros. Es la abuela de todos,

podríamos decir. Seguramente, también

es una de las mujeres más ancianas de

Castilla-La Mancha y de España.

Modista, panadera,

ama de casa…

Huelga decir que su salud no es per-

fecta, pero sus ojos todavía brillan y su

mente aún mantiene la suficiente luci-

dez para conocer y hablar con toda su

gente, que no es poca y que la rodean

y protegen en todo momento. Por des-

gracia, Antonia ha visto irse en vida a

su esposo y a su hijo Pepe, además de

varios bebés que engendró y no llega-

ron arriba. Eran los “angelotes” de ataúd

blanco que tanto proliferaban en los lar-

gos años de penuria y escasez.

Ama de casa, vendedora de pan, mo-

dista… Ha sido una vida dedicada a

trabajar, a tirar de los suyos, sin tiempo

para aburrirse. Sus nietos, incluso sus

biznietos, conocen bien sus historias,

por ejemplo cuando bajaba a coser al

Capricho. Todos la han visto mimar su

legión de macetas en el patio. Begoñas,

geranios, pilistras… que también daban

colorido a su vida.

Un corazón incombustible

Ya no sale de casa. No puede. Sus hi-

jos, Andrés y Teresa, y su nuera Santia-

ga, están pendientes de ella, cuidándola

en el día a día. Nadie sabe cuándo se pa-

rará el viejo mecanismo de un corazón

incombustible. El mismo que ya latía

cuando en La Solana se inauguraron las

fuentes del agua (1912), cuando la plaza

de toros acababa de ser inaugurada por

Punteret y Ostioncito (1909); el mismo

corazón que se enamoró cuando España

alumbraba la II República, que sufrió la

cruenta Guerra Civil, que sacó adelante

su prole en la dura posguerra…

GACETA quiere felicitar a esta solane-

ra de naturaleza extraordinaria. De mo-

mento, ahí sigue, apegada a sus recuer-

dos, pero también al cariño de su gente,

incluidos los besos de sus once biznietos.

No hay mejor tributo a una vida de tra-

bajo. Como tantas mujeres de su tiempo.

Abnegadas como ellas solas.*