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Gaceta de La Solana

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Reportaje

Un molino de leyenda

Un joven Juan Manuel Simón sentado junto al molino.

Esta máquina de cerner permanece como el primer día.

Pedro José Simón en el mismo molino de sus antepasados.

A

urelio

M

aroto

C

uando Ángel Simón Román

(1847-1927) trabajaba en el

molino del Blanquillo, en la

vega del Azuer, difícilmente podía

pensar que, siglo y medio después, su

trastataranieto mantendría el negocio

familiar. Una rareza que se agiganta si

nos detenemos en detalles, nada ocio-

sos, que tienen que ver con el modo de

fabricación, muy parecido al de anta-

ño, pero con las ventajas de un mundo

como el de hogaño.

Veamos. El molino San José aterrizó

en La Solana con la proclamación de

la II República, en 1931. Ángel Simón

Camacho, que había trabajado con su

padre y con su hermano Juan Manuel

en el Blanquillo, montó su propio mo-

lino de almortas en la calle Cárcel Vie-

ja, trayéndose parte de la maquinaria

original. Allí permaneció hasta el año

1944, cuando se trasladó a la calle Pozo

Ermita, exactamente el mismo lugar

donde hoy se sigue moliendo.

Ha pasado mucho tiempo. Pedro José

Simón López, que tiene 31 años, re-

cibe a GACETA para hablarnos de lo

suyo, cosa que hace con pasión. Y con

orgullo, con sano orgullo. Sabe muy bien

lo que es: una isla en pleno océano. Va-

mos, él no, su trabajo. Desde julio de 2013

regenta el molino de almortas de su pa-

dre, y de su abuelo, y de su bisabuelo, y de

su tatarabuelo, y de su trastatarabuelo…

Un museo en sí mismo porque mantiene

la esencia física de antiguamente, con la

particularidad de que funciona como un

reloj, igual que antes. Representa la sexta

generación de una misma familia dedica-

da a producir la célebre harina de guijas,

el ingrediente clave para cocinar unas au-

ténticas gachas manchegas.

“Siempre me ha

tirado el molino”

Nos atiende sentado tras la recia mesa

de una oficina con sabor añejo. Un lu-

gar perfecto para relatar la apasionante