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Gaceta de La Solana

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Reportaje

historia de una dinastía de molineros

(así les conocemos) que sigue moliendo

guijas todos los días en un molino casi

de leyenda. Ha decidido coger el testi-

go de su padre, Pepe Simón, prejubila-

do por enfermedad, a fin de mantener

viva esta larga crónica. “Tenía trabajo

estable en una empresa de transporte

y decidí aventurarme”. Su jefe, lejos de

contrariarse, lo felicitó. Y una vez dado

el paso, siente como si hubiera llegado

al sitio que la providencia le tenía guar-

dado. “Siempre me ha tirado el molino

y no quería quedarme con el resquemor

de que se perdiera”. “Mi padre está orgu-

lloso y si mis antepasados levantaran la

cabeza también lo estarían”. Sobre todo

su abuelo Juan Manuel, que se marchó

el 28 de mayo 2013 sin saber qué futuro

le esperaba a su adorado molino.

Pues ya lo sabe, y lo verá desde ahí

arriba. Pedro José ha llegado para que-

darse. Es más, pretende convertir el vie-

jo molturador en un reclamo turístico.

No hay duda que tiene los ingredientes

para lograrlo. Al tiempo que mantiene

la producción y la venta de harina de al-

mortas como una empresa cualquiera,

ha dado otro paso. Hace poco imprimió

mil trípticos informativos para promo-

cionar una instalación ancestral cuya

conservación permanece casi intacta y

en excelentes condiciones. “Hablé con

el alcalde y se brindó a repartir los folle-

tos en la Oficina de Turismo y a publi-

carlo en la página web del Ayuntamien-

to”. Las redes sociales facebook y twitter,

y una web propia en construcción serán

vehículos clave para expandir como re-

guero de pólvora el ancestral molino.

Como un museo

Planea visitas guiadas, con una dura-

ción de entre 30 y 45 minutos. Ha fijado

unas módicas tarifas en función de la

amplitud del grupo o de su perfil. Por

ejemplo, pagarán 1.5 euros los grupos

escolares, 3 euros los de jubilados y 5,5

o 4,5 euros si son grupos de adultos

superiores o inferiores a 15 personas,

respectivamente. Siempre precio por

visitante y con regalo de la empresa in-

cluido.

La pregunta es, qué se puede ver y por

qué merece la pena esta visita. La res-

puesta es sencilla: ya no hay molinos

así. La harina de almortas se sigue fabri-

cando, por supuesto, pero en molinos

renovados y con sistemas de produc-

ción más modernos. “Nosotros mante-

nemos la maquinaria y la misma forma

de elaboración”. Una esencia que va más

allá del mero romanticismo. “Mi padre

siempre ha defendido este sistema arte-

sano porque el sabor final de la harina

no tiene nada que ver con la industrial”.

En el molino San José la molienda se

hace con piedra natural, cuyas estrías se

siguen picando a mano. “Los molinos

industriales necesitan dar más pasadas