

Gaceta de La Solana
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Reportaje
Mosén Diego de Villegas: UN COMENDADOR SANTIAGUISTA
Miguel Morales Palacios
esencial. Y el estado de ánimo, el mo-
mento, no digamos.
La pintura es su otra vida. Es aquello
que le da satisfacción y que le brinda
evasión. “Es como preguntarle a un
cantante por qué canta o a un compo-
sitor por qué compone. “Pinto porque
me siento bien, es la esencia de cual-
quier persona”. Tanto que apenas sale,
a pesar de ser un amante del deporte.
“Reconozco que soy algo introvertido,
salgo poco y me refugio en la pintura”.
“Pintando me siento yo mismo”.
A sus 39 años, Miguel no se plantea ir
más allá como pintor. La cuestión eco-
nómica no le motiva. Apenas ha vendi-
do algún cuadro, de forma esporádica.
Tampoco le gusta pintar por pintar para
atender compromisos. Es feliz en su pe-
queño gran mundo y no quiere más. La
donación del cuadro de Mosén Diego
de Villegas sólo es el gesto altruista de
un solanero con ganas de ayudar a vivi-
ficar nuestra historia.
M
osén Diego de Villegas fue nombrado comendador de Alham-
bra y La Solana hacia 1440. Y no sólo accedió al cargo de co-
mendador, sino que también recibió el hábito de Santiago de
manos del Maestre, el infante don Enrique. Cuando se hizo cargo de
la Encomienda se encontró con que Alhambra, que era la cabecera,
tenía el castillo medio derruido y su población no pasaba de los 40
vecinos, habiendo sido mermada por la peste. Al oeste se encontraba
la aldea de La Solana, en clara expansión demográfica y económica,
con 80 o 90 vecinos, llegando a los 200 en el año 1468. Sus tierras
eran llanas y fértiles y contaban con una importante cabaña ganade-
ra, haciendo que el comendador decidiera instalarse en ella.
Pero necesitaba dotarla de las infraestructuras que hicieran viable
su establecimiento, ya que la Orden de Santiago sólo tenía una casa
pequeña. Compró unos solares y se construyó su residencia, que hacía
las veces de casa de la Encomienda. Para dotar a la población de una
defensa adecuada, se apropió de una torre que ‘solía ser de la iglesia’ y
la fortificó, construyendo alrededor un cortijo defensivo. La Encomienda
obtenía hacia 1468 unos ingresos de 150.000 maravedíes, procediendo
la parte más importante de La Solana, del arrendamiento de horno de
poya, molinos de agua, diezmo y otros impuestos.
Mosén Diego de Villegas mantuvo su Encomienda hasta 1477, año
en que fue sustituido por su hijo, aunque siguió viviendo en La Solana
hasta su muerte en 1482. Decidió ser enterrado en la ermita de San
Sebastián, donde reposan sus restos y los de su esposa, Aldana Osorio.
La Solana vivió una época de esplendor durante su mandato, con un
gran crecimiento demográfico y económico.
Resumen de un artículo publicado en GACETA (nº 243) por la historia-
dora solanera Concepción Moya García