Background Image
Table of Contents Table of Contents
Previous Page  34 / 68 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 34 / 68 Next Page
Page Background

Gaceta de La Solana

34

Reportaje

‘Pintando me siento yo mismo’

Miguel Morales Palacios

(La Solana, 1978) es jornalero de profesión. Trabaja para una empresa de usos múltiples

especializada en tareas del campo y tiene una pasión: la pintura. En especial la pintura ecuestre y militar. Hace

pocos días cumplió la promesa que hizo a este periodista, donar al Ayuntamiento un cuadro de Mosén Diego de

Villegas, el Comendador que en el siglo XV trasladó la Encomienda de Alhambra a La Solana y fundó la ermita de

San Sebastián. GACETA ha querido agradecer el gesto y conocer algo más de este autodidacta del pincel.

A

urelio

M

aroto

L

a afición le viene desde peque-

ño. María Josefa, su madre, es

una mujer sin estudios pero que

siempre tuvo interés por la lectura, por

la cultura, por el arte… “Me pintaba ca-

ballitos para entretenerme” –recuerda-.

Suficiente para moldear y cultivar un

gen que venía de herencia.

Miguel creció con ese interés meti-

do en el tuétano. En el colegio pintaba

carboncillo, guarreando en los folios

las ideas que fluían en su cabeza y re-

creando algunos lienzos célebres. “Re-

cuerdo pintar La Fragua de Vulcano

(Velázquez) y el carbón lo perfilaba

después con un rotring”. “Intentaba ha-

cerlo sin saber, por supuesto”. La pasión

por pintar estaba ahí, con una debilidad

especial por el asunto ecuestre y mili-

tar. “Siempre me ha llamado la atención

pintar caballos y escenas militares”.

Se sacó el graduado y cursó la ESO,

hasta que dejó los estudios para currar

en la construcción porque en casa ha-

cía falta el dinero. Aún así, fue capaz

de reengancharse al pupitre y sacarse el

curso de acceso a la Universidad para

mayores de 25 años. Quería estudiar

y se matriculó en la UNED. Comenzó

Historia del Arte. Pero un día de trabajo

en la obra, o en el campo, o donde le lla-

maban, era demasiado duro para hincar

codos después.

Asentado desde hace poco en una

empresa de trabajos agrícolas, Miguel

ha logrado fijar una rutina que tiene

dos vertientes muy marcadas: trabajo

y pintura. Su dormitorio es un estudio

en miniatura, con el caballete junto a la

cama y aparejos desperdigados “¡Parece

la habitación de un pintor bohemio del

dieciocho!”, bromea. Y por si fuera poco,

entre pinturas y pinceles emergen ingen-

tes cantidades de miniaturas de plomo y

de plástico. Soldaditos de Napoleón, de

la Guerra Civil…Reducciones de 15 mi-

límetros de plomo o de 28 milímetros de

plástico salpican por doquier la alcoba

de Miguel. “Me encanta esa afición y me

gusta mucho pintarlas”.

Naturalmente, un pintor aficionado a

la recreación ecuestre y militar, y aman-

te de los soldaditos en miniatura tienes

muchas papeletas de ser fan de Augusto

Ferrer Dalmau, el gran pintor realista

de la milicia española a lo largo de los

siglos. “Es el número uno, sin duda”.

Sigue sus obras por Internet, las mira y

remira, engulle detalles y disfruta con-

templando sus cuadros. Sin embargo,

Miguel no busca imitar a nadie. Inició

un curso en la Universidad Popular

pero lo dejó en seguida. “No tenía pa-

ciencia” –admite-. Así que ha aprendido

solo, a base de fiascos, de folios rajados

y de tardes enteras perfeccionando tra-

zos. “A veces miro un lienzo en blanco

y me tiro horas mirando”. Como en

tantas ramas del arte, la inspiración es

Recreación de Mosén Diego de Villegas pintada por Miguel Morales