Gaceta de La Solana
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Reportaje
Cuando bailan las varas
Antonio Briones Villahermosa (La Solana, 1930) es un conocido
zahorí. Lleva más de 60 años ‘señalando pozos’ con sus varillas
en busca de agua subterránea. En estos tiempos de sequía,
muchos agricultores lo buscan como si no hubiera mañana.
Él busca agua con una técnica ancestral que tiene defensores
y detractores, pero que aún se utiliza. GACETA ha querido
conocer cómo y por qué lo hace.
A
urelio
M
aroto
H
ablar con Antonio es descubrir
que la vida no te moldea, sino
que uno se moldea en la vida.
Basta con tener ganas de hacer, un poco
de imaginación y cierta dosis de auda-
cia. Querer es poder. Su historia vital es
un cajón de sastre. Comenzó vendiendo
tallos, luego fue carpintero y torneador
de puños para hoces, más tarde ferian-
te de tirapichón, segador en La Calera,
repartidor de mostillo por Infantes y
Villahermosa, vendedor de zapatos por
Despeñaperros (en bicicleta)… Y pelu-
quero. “¡Yo he pelado a Perico Lanas y
Juan Antonio ‘El Campanero!”, presume.
Tiene 87 años y parece un chaval. Nos
reunimos con él en una tarde calurosa
y la tierra, reseca, escupe polvo a nues-
tro paso. “Tú no penes, si no me canso”,
dice mientras caminamos ligero por su
pedregoso olivar, al abrigo de la sierra
de El Peral.
En las manos lleva las varillas, dos palos
de chupones de oliva aún verdes. “Tam-
bién pueden ser de almendro, pero que
tengan grasa, secas no sirven”. Es la única
herramienta del zahorí, que la RAE define
como
“persona que tiene el don de descu-
brir lo que está oculto, especialmente co-
rrientes de agua bajo tierra y depósitos de
minerales”.
¿Sólo para creyentes? Tal vez.
Pero esta técnica pseudocientífica, llama-
da radiestesia o rabdomancia, se hunde
en la noche de los tiempos.
Hace más de seis décadas que Anto-
nio ‘señala pozos’, porque así denomina
comúnmente a su actividad como rab-
domante. Comenzó mientras trabajaba
con su padre, José María, y su herma-
no mayor, Pedro, en una carpintería
familiar, en la calle Hilos. Se hizo con