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Gaceta de La Solana

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Reportaje

el viernes de madrugada a Orlando, cam-

biamos de opinión. Además, el tráfico era

caótico. Decidimos espera a Irma en casa.

El viernes la ciudad estaba bastante

vacía, como los supermercados, y las ga-

solineras precintadas… Curiosamente,

todavía no hacía mal tiempo, de hecho

fuimos a la piscina. Pero seguíamos muy

preocupados porque el huracán ya estaba

tocando Cuba con intensidad 5, su ruta

seguía siendo Miami y ya tenía el tamaño

de Francia.

El sábado 9 de septiembre Miami ya

estaba totalmente vacío. El gobernador

informó que hasta las 13:00 horas los

indecisos podían ir a los refugios o sa-

lir por carretera ya que el trafico estaba

más fluido. De lo contrario, estaríamos

solos porque los cuerpos de seguridad y

emergencias no podrían atender ninguna

llamada. Estaríamos a merced de Irma.

Cerramos todos los shutters de casa, la

blindamos.

El viento era ya muy fuerte y con lluvias

intensas. A las 2 de la tarde informan que

el huracán se desvía hacia el oeste y que

entrará por Tampa, por lo que nos llegaría

con intensidad 4. Nos sentimos un poco

más aliviados.

El domingo 10 de septiembre, a las

4:00 de la madrugada, nos despiertan

los fuertes vientos y ruidos de los shu-

tters vibrando. Los niños se asustan y

decidimos dormir en el salón. Todavía

teníamos luz y agua. Sobre las 7:30 vi-

mos por la ventana que el agua había

subido en la bahía, muchos árboles se

habían partido y había coches movidos

por el viento. Aún quedaban 8 horas

para que pasara el temporal, ya que su

velocidad de rotación era muy baja. A

las 10:30 se fue la luz y conectaron el

generador de seguridad del edificio, que

aguantó dos horas hasta que se quemó.

Sin TV, conectamos la radio para estar

informados e íbamos subiendo o bajan-

do por las escaleras de incendio para

ver cómo estaban otros amigos. Sin

electricidad, la humedad y el calor son

bastante agobiantes en un clima tropi-

cal como el de Miami.

Sobre las 18:00 bajó la intensidad del

huracán, pero seguíamos sin luz ni agua.

Las autoridades decretaron el toque de

queda por seguridad hasta mediodía del

martes. A las 20 horas decidimos bajar las

11 plantas y salir a la calle. Nos encontra-

mos con instalaciones destrozadas, el nivel

más bajo del parking con dos cuartas de

agua, algún vecino con ventanas arranca-

das… Tuvimos suerte porque unas calles

más abajo se habían inundado con casi 40

cm de agua.

El lunes 11 de septiembre ya no llovía y

el viento no soplaba tan fuerte. Decido ir a

pie a la oficina, situada en un rascacielos

de la zona financiera. El espectáculo era

impresionante. Lo peor del huracán es el

después. Árboles enormes arrancados,

estatuas que pesan toneladas despla-

zadas a muchos metros, cables eléctri-

cos partidos… Me para la policía y me

pregunta dónde voy, le doy explicaciones

y me dejan seguir, pero me piden que

vaya por ciertas calles. Hago caso omiso

y sigo mi ruta diaria, pero a pie. Veo un

espectáculo cada vez más dantesco, los

cristales de un edificio totalmente agrie-

tados, toldos arrancados, garajes inun-

dados, calles que son barrizales…

Consigo llegar a la oficina, cojo mi co-

che y regreso a las 2 de la tarde, aún

sin luz, aunque regresó media hora des-

pués. Sólo fue un día, pero hubo gente

que estuvo entre una semana y 10 días

sin energía eléctrica. Las instituciones

y los colegios se cerraron más de una

semana.

El martes 12 septiembre siguió el to-

que de queda hasta mediodía. Hay per-

sonas que ya vuelven a trabajar pero las

calles están todavía llenas de maleza,

árboles y ramas. Entre vecinos y per-

sonal del Ayuntamiento las orillan a un

lado para que los coches circulen. Ese

día, a las 8 de la mañana, abrieron Miami

Beach para que la gente volviera a sus

casas. Había sido una zona muy afecta-

da, los cayos estaban destrozados y con

otro huracán llamando a la puerta, María.

Bernardo junto a Celine, su esposa

Una calle de Miami tras el paso del huracán fotografiada por Bernardo Márquez