Gaceta La Solana Nº245 - page 23

Gaceta de La Solana
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Reportaje
pero, esta vez sí, con mayoría de po-
blación rusa. Fue un antiguo regalo de
Nikita Kruschev, sucesor de Stalin, a
Ucrania, pero nunca perdió sus raíces
rusas; de hecho, se convirtió en el lugar
preferido de veraneo para los jerarcas
del partido comunista, el todopoderoso
Politburó. Y resulta, sobre todo, que es
un punto de alto valor estratégico don-
de incluso fondea una flota del Ejército
Rojo. Por alguna razón, presumible-
mente con fondo económico y expan-
sionista, el Kremlin habría hostigado
el levantamiento de las autoridades de
Crimea. “Ellos no tenían agua potable
y Ucrania construyó un canal; no había
problemas de convivencia. Crimea se
levanta por interés del gobierno ruso”
–sentencia Ana-.
Ucrania fue durante mucho
tiempo el granero de Rusia.
Es un país con grandes
recursos naturales, incluido
el gas
Ucrania fue durante mucho tiempo el
granero de Rusia. Es un país con gran-
des recursos naturales, incluido el gas.
“Putin ha empezado con Crimea, pero
lo que quiere realmente es Ucrania”. Y
explica por qué algunas tan importan-
tes como Donetsk, Slaviansk o Járkov
aparecen en televisión como bastio-
nes prorrusos con milicias atacando
y tomando los edificios oficiales. Ana
karpinska admite que el este de Ucra-
nia mantiene un mayor sentimiento
comunista, “el este es más pobre y se
vive peor”. Ante una falta de expecta-
tivas casi total, es posible que algunos
añoren como mal menor los tiempos
de la URSS, donde no había libertad
pero sí trabajo. En todo caso, esos sol-
dados sin identificación que atacan a
la autoridad legítima “están pagados
por Moscú” –afirma-.
¡El oeste es distinto. Las zonas más
cercanas a Polonia, por ejemplo Lviv,
su ciudad natal, apuestan por acercar-
se a Europa y no quieren saber nada de
Moscú. “La gente cree que pueden tener
un futuro mejor al lado de Europa, con
más libertad, por ejemplo para salir y
entrar, y mayores posibilidades de pros-
perar”.
Corrupción por doquier
El otro gran problema, al margen de la
intromisión de Rusia, es la corrupción.
Los ucranianos están hartos de que sus
gobernantes se llenen los bolsillos. Un
claro ejemplo era el presidente Víktor
Yanucóvich, claramente prorruso. “Pa-
gaba con comida a gente para que lo
votara”. Refugiado en Rusia, se le des-
cubrieron grandes obras de arte. “Es un
ladrón” –nos dice Ana- que también
revela cómo el Gobierno se quedaba el
dinero que enviaba Rusia y que nunca
llegaba a la gente. Y tiene claro que tuvo
mucho que ver, junto a sus amigos ru-
sos, en el célebre envenenamiento del
anterior presidente, Víktor Yushenko,
más prooccidental y amante de la tradi-
ción ucraniana.
El caso es que los estudiantes univer-
sitarios acabaron levantándose en Kiev,
la capital, pidiendo también una com-
pleta integración en la Unión Europea.
Las protestas lograron derrocar a Yanu-
cóvich, que huyó. Ha llegado a la presi-
dencia provisional Alexandr Turchinov,
que ha puesto como jefa de su gabinete
a la mediática Julia Timoshenko.
“La gente cree que pueden
tener un futuro mejor al lado
de Europa, con más libertad,
por ejemplo para salir y en-
trar, y mayores posibilidades
de prosperar”
La palabra guerra asusta a cualquie-
ra. También a Ana. Entre otras cosas
porque todavía tiene en Ucrania a
su hermana Olga y otros familiares.
Pero también porque teme que corra
la sangre otra vez en su tierra. Espe-
ra que Europa y EEUU no dejen solo
a su país, “confío en que nos ayuden”.
¿Cómo? “Todo el dinero de Rusia está
fuera y si se bloquea Putin no podrá
llegar muy lejos”. La cuestión es si tales
sanciones serán firmes y pararán los
pies al nuevo
zar
.
Tal vez el problema sea mucho más
complejo y sus aristas grandes. Pero
lo que no duda Ana Karpinska es que,
llegado el caso, Ucrania no doblará
su brazo. “Mi país se levantará contra
Rusia”. Es menester que la diplomacia
triunfe, por la cuenta que nos tiene a
todos.*
Aquel oscuro Telón de Acero
A
na Karpinska no olvida su infancia en
Lviv. Vivió los últimos años de la Ucra-
nia soviética en aquel Telón de Acero
que desde la nueva España democrática veía-
mos como una caja hermética donde vivía
gente triste. Hasta sus deportistas parecían
robots casi inanimados cando competían en
los JJOO o la selección de fútbol de la URSS
jugó el Mundial-82.
En parte, era así. “nos educaban y estudiá-
bamos para ser útiles al Estado, a la patria”.
Ana mantiene en su mente la estampa de un
mundo monocolor, “hasta la ropa era oscura”.
En la televisión se veían canales soviéticos
“que te contaban lo que querían”. Hasta el
trabajo era obligatorio, “si no trabajabas iba a
buscarte la policía”. Por eso se frotó los ojos
la primera vez que vio un chicle, que llegaba vía
Polonia, o la primera tarjeta postal con colores.
Sin embargo, la Perestroika y la caída de la
URSS, que deshizo la unión de repúblicas y,
entre otras, la independencia de Ucrania en
1991, no fue ninguna panacea. “Con la URSS
había estrecheces, pero no faltaba comida; tras
la independencia todo se privatizó, el dinero se
fue a las manos de unos pocos y se abrió la
brecha entre ricos y pobres”. Como anécdota,
cuenta que tenía que estudiar en el cuarto de
baño. El piso familiar en Lviv no daba para más
intimidad.
La realidad es que Ana, enfermera titulada, ga-
naba 10 euros al mes en la planta de cirugía
del hospital donde trabajaba. No hace falta ex-
plicar más por qué decidió hacer las maletas
para unirse a su marido, Sergio Karpinskyy,
cuatro meses después de que éste llegara a
La Solana con una mano delante y otra detrás.
A los dos años vino Katerina, su hija mayor,
por entonces una niña de 5 años y más tarde
nacería Martin, ya en España. Ana tuvo que
renunciar a su trabajo en aquel hospital de
Lviv, para el que se había formado, por trabajo
doméstico en casas de La Solana.
Ahora, Ana y su familia intentan prosperar.
Llevan 14 años en La Solana y tiran del carro
a base de trabajar más horas que tiene el día.
No quieren volver a su país, por muchas apre-
turas que también estén pasando aquí. Eso sí,
no dejan de pensar en su Ucrania natal, a la
que no quieren ver envuelta en otra guerra. No
quieren que vuelva la oscuridad de antaño. *
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