Gaceta de La Solana
4
Opinión
A vueltas con Cataluña
P
asados el fragor de la campaña,
las elecciones y las descarnadas
secuelas de su previsible resulta-
do, repaso la ceremonia de confusión
que vivimos -y estoicamente soporta-
mos- los habitantes de la otrora dulce,
cordial y fabril, y ahora hosca, febril y
poco idílica, Cataluña.
Como reflexivo y permanente espec-
tador -más de 50 años allí-, me atrevo
a desgranar algunos de los pretextos,
falacias y argumentos que han condu-
cido a este desencuentro. Ni que decir
tiene que mi visión tiene un claro acen-
to constitucional. Intentaré sofocar mi
natural deriva procurando ser objetivo
y no hacer de bombero-pirómano.
Sostienen los nacionalistas modera-
dos que el encaje de Cataluña en Espa-
ña fue un "casus belli" -1714- que forzó
la voluntad popular y se impuso por
las armas; y que, por eso, el problema
reaparece con periodicidad en tiempos
de crisis y zozobra. Mantienen, además,
que un respetuoso reconocimiento a su
singular condición identitaria, más una
cultura, educación y hacienda propias,
frenaría y reorientaría el actual aleja-
miento. Entiéndase, pues, que la bue-
na intención del "café para todos" de
Suárez fue un parche que tenía -en el
ideario de esta gente- precoz fecha de
caducidad. Añádase, para los no avisa-
dos, que el postulado histórico con el
que detentan y amparan la demanda no
tiene rigor, pero que habrá que aceptar
"pulpo como animal de compañía".
Si las tragaderas para con los mode-
rados son de un arduo y espinoso en-
garce constitucional, las de los "nazio-
nalisstass" rabiosos son inasumibles
por pueriles y caducas. Por desgracia,
no estamos hablando de la postura que
defienden unos cuantos desencanta-
dos. Han hecho causa popular y frente
común un enorme enjambre de faná-
ticos, ilusos, resentidos, mesiánicos e
iluminados... de visionarios, xenófobos
y racistas, pseudo-historiadores y falsos
economistas, con otros muchos ignaros
y desnortados. Y los renegados, muchos
renegados, hijos y nietos de la sufrida -y
muy nutrida- emigración española en
su segunda y tercera generación que,
como los judíos conversos de antaño,
excitan y proclaman con golpes de pe-
cho y griterío -a falta de pedigrí- un
tenaz y ferviente latido soberanista de
lengua y sangre.
Conforma todo este "totum revolu-
tum" una dispar mayoría parlamentaria
-que no plebiscitaria- muy exaltada y
activa que dispone de todos los resortes
y medios propagandísticos, humanos
y económicos imaginables y que, para
más inri, tiene enfrente una oposición
opaca, mal articulada y poco combati-
va. Añadamos TV3 y sus canales adláte-
res; la enseñanza en su totalidad; el casi
completo de la prensa digital y escrita;
las radios y teles locales; las redes socia-
les -alcanza hasta la aséptica ¡wikipe-
dia!-; el arrebatado y turbio Ómnium
Cultural; la desquiciada A.N.C; y la
casi generalidad de museos y centros
culturales; la abadía de Montserrat en
particular y la iglesia en general -más o
menos veladamente-, y en fin, hasta el
todopoderoso Barça, es sede y sensible
escenario, amén de altavoz elocuente
del nacionalismo rampante; y se com-
porta como un gran atizador de pa-
siones, pitos, chifles, escarnios y otras
complacencias antiespañolas.
No sería ecuánime arrojar todo este
mundo a los leones. No sólo ellos tienen
la culpa. La lerda desidia y continuada
deserción estatal, junto con oprobiosos
complejos históricos, además de la ver-
gonzante rapiña y los gravosos compro-
misos electorales consentidos -en épo-
ca de minorías-, así como la creciente
y sistemática corrupción y deslealtad
tolerada por los sucesivos gobiernos de
uno u otro color, nos han encaminado a
este lamentable escenario.
Ni las penosas "ocurrencias" de Za-
patero, concediendo alegremente al
sórdido mundo del tripartito de Caro-
d-Rovira un disparatado Estatut -una
mostrenca constitución intervencio-
nista- que nadie había demandado, ni
la ríspida postura de un Rajoy incólu-
me y legalista, amparado en el confort
de su mayoría absoluta, han sido ca-
paces de imaginar remedios o aportar
soluciones.
Si los políticos estatales sufren en estos
menesteres, sus pares autonómicos no
les van a la zaga. Enrocados en su pos-
tura de trileros funambulistas desafían
cualquier atisbo de lógica, serenidad o
lucidez. Su ideario se nutre y regurgita
en dogmas de la doctrina nacionalista
-excluyente- que destila pensamiento
único. O eres de los míos o estás con-
tra mí ¡Y Cataluña soy yo! -si no pien-
sas así eres un mal catalán españolista-.
Este conflicto, ya opresor y sofocante, se
acusa más en el ámbito rural, y se diluye
en Barcelona y su cinturón metropoli-
tano.
Con tan precarios mimbres y encon-
tradas posturas se necesitarán estadistas
sagaces -¡y no los tenemos!- que sepan
tejer fino encaje de bolillos para ten-
der puentes y acercar posiciones. Y, de
momento, nadie está por la labor. Sólo
algún político de mudable condición y
parcamente fiable -heredero de Cambó-
defiende el entendimiento y el sentido
común entrambas partes, aunque de
momento resulte la voz que clama en el
desierto.
Mientras tanto, las relaciones huma-
nas y sociales se enrarecen y quebran-
tan; al tiempo que la desconfianza entre
los de uno y otro bando se acrecienta.
Ajena a todo esto, la impresentable go-
bernanza del territorio se instala en una
permanente orgía de nacionalismo ran-
cio y autocomplacencia ¡Y nadie protes-
ta! Ante cualquier queja, la respuesta es
siempre la misma: victimismo, bandera
y ¡la culpa la tiene Madrid!
Un panorama provinciano y deso-
lador; conformado por una sociedad
ahíta de soberanismo y dividida, ahora,
por el torpe "ombliguismo" y el burdo
afán de la recuperación de tan arcaicas
como trasnochadas esencias. Como
bien cabe suponer, en una sociedad tan
compleja y poliédrica, ni todo son luces
ni todo sombras. Se necesitarían más de
dos folios para dar cumplida respuesta
al encargo requerido por Gaceta de La
Solana. Pero eso lo haré otro día.*
J
esús
V
elacoracho
J
areño
Vilafranca del Penedès