

Gaceta de La Solana
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Reportaje
Los alumnos pagan una cuotamensual
de 5 euros, que incluye agua, gastos de
monitora (María José), gastos de festi-
vales y algunos regalos que los niños re-
ciben de vez en cuando. Desde 2011 no
hay subvenciones oficiales. En este sen-
tido, Juanfran lamenta el escaso apoyo
oficial que tienen. Tan sólo una ayuda
anual de la Diputación Provincial. Eso
sí, el Ayuntamiento cede gratuitamente
el sótano para sede y ensayos.
Los monitores enseñan a los chiquillos
y también a adultos. “Hay mujeres con
más de sesenta años que quieren apren-
der a bailar”. Por norma, la primera pie-
za que aprende un novato es la Jota de
La Solana. “Es la más larga y una de las
más difíciles, pero tenemos esa costum-
bre” –reconoce Juanfran-. De hecho, la
jota que da nombre a nuestro pueblo
tiene 5 piezas distintas y con estribi-
llos diferentes. Los chavales empiezan
aprendiendo el paseíllo, el estribillo y
la primera pieza. Luego los cruces y el
fuera. En cualquier caso, la enseñanza
depende de las necesidades del momen-
to “o de las prisas que tengamos”. En el
repertorio, además de la Jota de La So-
lana, están las jotas del Golpe Atrás, de
la Romería y de la Rosa del Azafrán,
además de las Seguidillas. Por cierto, la
seguidilla manchega fue declarada bien
de interés cultural en 2014. Los mayores
también bailan las célebres Torrás del
Golpe Atrás o el Fandango.
Ir “a la jota”, algo extraño
Mientras hablamos, llegan por allí Na-
talia Naranjo y María Jesús Díaz-Cano.
Tienen 15 y 13 años y se hicieron ami-
gas en el grupo. “Lo más complicado es
el compás con la música” –nos dicen-.
Son las únicas de su edad que resisten.
“Las demás se han ido cansando”. En el
Instituto todavía se ve extraño “ir a la
jota”. Aún existe esa creencia de que bai-
lar folklore es algo anticuado, cosa de
viejos. Natalia y María Jesús tienen que
explicar a menudo que no es así. Si hay
escuelas de sevillanas, que de manchego
no tienen nada, por qué no puede haber
una escuela de bailes autóctonos.
Ellas son chicas, que aún tiene encaje
en la complicada mente del adolescente.
Pero un chico en “la jota” es como prac-
ticar el más difícil todavía. En la escuela
de folklore, 8 de cada 10 son chicas. Una
proporción que no ha sido, ni es, ajena
al grupo de adultos, aunque ahora pue-
den juntar 5 o 6 parejas mixtas sobre un
total de 7 en cada actuación. Sin embar-
go, no es una rareza. “En ningún sitio
de por aquí sobran hombres”. Nada que
ver con otras partes de España, donde
bailar la jota es algo más natural entre
la opinión pública “en el norte y en Cas-
tilla y León no tienen ese problema; in-
cluso hay grupos sólo de hombres”.
Es crucial tener parejas mixtas si uno
quiere tener futuro y, sobre todo, si
quiere actuar fuera. Este año tienen ci-
tas en Miguelturra, Argamasilla, Puer-
tollano o Moral de Calatrava. Incluso
les ha salido una actuación en Cáceres,
aunque probablemente no irán. En La
Solana tienen una actividad creciente.
El festival de la feria, el de la Virgen, el
de Navidad, o los mayos son fechas fijas
en el calendario. La escuela viaja ente-
ra allá donde van. Pequeños y mayores
se montan en el autobús, y a bailar. Los
padres, piezas básicas en este puzzle,
acompañan como una gran familia.
No es fácil mantener a la gente a par-
tir de cierta edad. Hay puntos críticos
en el camino como la adolescencia, el
matrimonio, los hijos o el trabajo. Son
obstáculos que algunos superan, pero
gran parte no. Y hay casos de gente que
regresa después de un paréntesis por al-
guna de estas razones.
Evolucionar con el pasado
Juanfran lleva en las venas “la jota”.
Está enamorado de nuestro folklore y
lleva 22 años trabajando y disfrutando
con él. Jamás ha cobrado un duro. Aun-
que admite que a veces se desanima, no
quiere que este tren se vuelva a perder.
Tiene dos objetivos. Uno, incluir el bai-
le folklórico en la Escuela de Música
y Danza. Hay método y maestros dis-
puestos a ejercer. Si hay danza clásica
reglada, o danza española, ¿dónde está
el problema para adecuar la enseñanza
del folklore más nuestro en la escuela
municipal?
El otro objetivo es evolucionar bu-
ceando en el pasado. Una paradoja
perfectamente natural cuando habla-
mos de baile tradicional. “Intentamos
meter instrumentos de siempre, como
el caldero”. Así se divertían antaño, bai-
lando al calor de una lumbre. Juanfran
bucea por Internet en busca de “nove-
dades”. Lleva un año escudriñando por
la Red. Al caldero, que cualquier puede
tocar, pero pocos saben tocarlo bien, se
podría unir la cuchara, o la sartén, o el
dedal… “antiguamente se tocaba con
todos los utensilios de una cocina”.
Lograr rescatar esos instrumentos re-
querirá tiempo y dedicación, amén de
paciencia para hacer comprender que
no se trata de antiguallas con un sesgo
friki. Ni mucho menos.
Savia nueva, la clave
del futuro
El futuro de la Escuela de Folklore de
La Solana no lo conoce nadie. Ya ha
cumplido diez años de vida estable, sin
interrupciones, lo que ayuda a pensar
en una consolidación. La estructura
parece sólida y gente como Juanfran,
María José o Toñi tienen todavía sufi-
cientemente fresca la sangre como para
pensar en una continuidad. Pero hace
falta savia nueva de forma constante.
Quienes prueban “la jota” suelen en-
contrar un inesperado elixir. Si ente-
rráramos ciertos prejuicios, todo sería
más fácil. A menudo admiramos cómo
cuidan lo suyo por ahí fuera, mien-
tras renegamos de hacer lo mismo con
lo más nuestro. Y pocas cosas tienen
más sabor manchego, y solanero, que
los bailes folklóricos de la Agrupación
“Rosa del Azafrán”, reconocida con el
título “Galán”, que otorga es revista, en
el año 1994.
Ya lo dijo Pedro Echevarría Bravo en
su Cancionero Musical Manchego, pu-
blicado en 1951:
“los cantos folklóricos
que canta el pueblo se pueden comparar
con las bellotas de roble que cayeron el
pasado otoño. El árbol será viejo y hun-
dirá sus raíces en el suelo, pero las bello-
tas aseguran la continuidad del cultivo”.*
Juanfran enseña a tocar las castañuelas.