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Gaceta de La Solana

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Reportaje

Noches porraceando casetes

Tras esfumarse el

boom

de los concur-

sos y después de unos años de transi-

ción por la retirada de los ‘clásicos’, llegó

un tiempo de túneles cuya luz se dirigía

directamente a Manolo. “Poco a poco

me fui quedando solo”. Había que tirar

para adelante y fue incorporando piezas

al repertorio. “Pasé muchas noches po-

rraceando casetes para sacar las parti-

turas de oído porque yo no sabía solfeo’.

Asumió la dirección y la formación de

nuevos chavales en la academia. “Fue-

ron años duros”, reconoce.

En un viaje a Galapagar (Madrid)

quedaron prendidos de una banda que

incorporaba nuevas voces: trompetas,

bombardinos, tubas… Acababan de

descubrir el estilo de la Policía Armada,

del que hoy hacen gala, aunque pasaron

años hasta que se puso la primera pie-

dra. No tenían ni idea y contrataron a

un profesor de Sevilla. “Lo primero que

nos dijo fue ¡quillos, esto no sirve para

el estilo que queréis!”. Hubo que hacer

una importante inversión en instru-

mentos. El cambio fue complicado, por

la complejidad de la nueva música y el

aumento de los ensayos, que provocó

una pequeña desbandada. “Quedamos

poco más de cuarenta”.

La mujer, un antes

y un después

Parte fundamental en el resurgir de la

banda fue la incorporación de la mujer.

“Aquello fue un puntazo. Desde que

salieron las tres primeras se han unido

muchas más y su implicación ha sido

total”. “No sólo se han adaptado per-

fectamente, sino que le ponen muchas

ganas y fallan menos que los hombres”.

Ahora son unos cien, unidos y felices

por lo que son, sobre todo tras el cin-

cuenta aniversario. Aquel año, 2015, la

institución recibió el título de ‘Galán’.

“Una satisfacción enorme y un orgullo

para toda la banda”.

De todos los momentos vividos, uno

muy especial: las cinco solares de cada

Viernes Santo. “Estás deseando que lle-

gue la hora para ver a Jesús cruzar el

pórtico”. “Es un sentimiento que se lleva

muy dentro, algo inexplicable que te lle-

na de tal manera que… no sé”. El mora-

do inunda las calles y las tres horas de

procesión pasan deprisa. Manolo ya no

desfilará detrás de Jesús el año que vie-

ne. Verá el desfile en el balcón de la casa

de su madre, como cuando era niño.

“Quiero ver a mi banda procesionando

y escucharla desde ahí”.

Se retira tras haber pasado todas las

etapas de su vida en la banda y con la

satisfacción de dejar una buena cantera,

incluido un hijo y un sobrino. Incluso

su mujer le llegó a decir “pero qué vas a

hacer hombre, después de tantos años”.

Ella ha respetado su afición. “Por lo me-

nos, ahora podremos ver las procesio-

nes juntos”.

Manolo sigue pensando en qué senti-

rá la primera vez que vea a sus compa-

ñeros tocar por la calle, sin él dentro.

“He dejado tantos amigos… eso vale

mucho”. Se siente querido y aprecia-

do, el mejor premio posible. Desde su

última procesión no ha vuelto a coger

la corneta, “no vaya y me remueva…”.

Si has sido fumador, mejor no volver a

encender un pitillo. Por lo que pueda

pasar.

Un joven Manuel López con la célebre ‘casaca roja’

Recogiendo un premio con el uniforme

de legionario