GACETA DE LA SOLANA Nº269

Gaceta de La Solana 38 Nuestra historia E n los siglos XVI y XVII la monarquía española logra su máxima expan- sión, a los reinos y territorios de las coronas de Aragón y Castilla, unidos en tiempo de los Reyes Católicos, se añaden los territorios del nuevo mundo descu- bierto por Cristóbal Colón, más los de la corona portuguesa. Nuevas perspectivas u oportunidades vitales se abrieron a los residentes en ciudades, villas y lugares, siendo la milicia una de las que siguieron hombres de toda condición. Como el autor del Quijote, Miguel de Cervantes, que mar- chó a Italia donde sirvió a un cardenal de la Iglesia, siguió la carrera de las armas lejos de la península ibérica, participando como soldado, el 7 de octubre del año 1571, en la batalla naval de Lepanto, ejerció de comisario de abastecimientos al servicio de la Corona, o de la administración pú- blica como diríamos hoy, intentó, sin éxito, probar fortuna en América y fue recauda- dor de impuestos atrasados por tierras an- daluzas. Otro literato que también abrazó la milicia, el caballero toledano Garcilaso de la Vega, dejó en sus versos testimonio de aquella forma de vida: La mar en medio y tierras he dejado de cuanto bien, cuitado, yo tenía; y yéndome alejando cada día, gentes, costumbres, lenguas he pasado. Fue una época de crecimiento, La Sola- na pasó de tener doscientos vecinos en el año 1468 a superar los setecientos en el de 1575. En aquellos mismos años en que Miguel de Cervantes ejercía de solda- do, tenemos constancia por los libros de acuerdos, también llamados de decretos, conservados en el archivo histórico mu- nicipal, de la existencia de soldados pro- fesionales y también oficiales o capitanes en nuestra villa. Soldados de profesión a los que, tal vez “olvidadas o colgadas las esperanzas y armas reposaban en sus casas”, como escribió Diego Hurtado de Mendoza, y que fueron convocados para ir a la guerra de Granada o de las Alpujarras, junto a voluntarios y mozos sacados por sorteo, hasta completar el cupo asignado por el gobernador del Campo de Montiel a la villa. Se da la circunstancia que alguno de estos soldados solaneros pudo partici- par también en Lepanto, pues se formó un tercio con catorce compañías de comba- tientes de esa guerra y, al mando de Lope de Figueroa, lucharon en aquella batalla que logró frenar el avance turco por el Me- diterráneo. Uno de los firmantes de los decretos del Ayuntamiento en el año 1571, regidor perpetuo, era el capitán Juan de Castro, apellido asociado a la nobleza o hidalguía local, pero lo curioso es el decreto fechado el cinco de febrero de ese mismo año de 1571, y que merece ser transcrito a con- tinuación: “Francisco Gómez Serrano y Alonso Díaz Ruyz, alcaldes y Juan Gómez Serrano y Juan Gómez Herreros, regidores y Juan Díaz, alguacil. Estando presente en el di- cho Ayuntamiento el muy magnífico y muy reverendo señor el bachiller Santiago, cura desta dicha billa y ansy juntos en el dicho Ayuntamiento platicaron sobre razón: que Andrés 1 Palomo, capitán natural que fue desta dicha billa es muerto, y por su testa- mento que se bido en el dicho Ayuntamien- to parece que mandó que el remanente de sus bienes se truxese a esta billa. Y con parecer del señor cura y concejo se gasta- se en casar güérfanas y pobres como es- cribe en el dicho testamento, y para quel suso dicho se efetue y haga conforme en Andrés Palomo, un capitán solanero del siglo XVI 1. Al transcribir hace años este decreto albergué dudas con el nombre, pues no aparecen completamente unidas las dos sílabas. Sirva de aviso por si algún futuro historiador, más experto en paleografía, opta por transcribir la primera sílaba como una abreviatura, escribiendo “ Antón Díez Palomo” u otro nombre.

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