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Gaceta de La Solana

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Reportaje

El ‘oro rojo’ sigue ahí

Un día de recogida hace pocas semanas

A

URELIO

M

AROTO

M

ás de una vez hemos escucha-

do a nuestros mayores recor-

dar, con tono nostálgico, aquel

manto morado que rodeaba La Solana

con la llegada del otoño. Eran docenas de

celemines repletos de rosa del azafrán. Y

también hemos oído decir que el tradicio-

nal cultivo se iba a perder.

Pues no creemos que vaya a ser así. Es

verdad que hay menos azafranales y que

plantar rosa pasó de moda hace tiempo.

Pero no es cuestión de modas, sino de

interés económico. Si el azafrán se paga

bien, en La Solana no faltan, ni probable-

mente faltarán, azafraneros.

GACETA ha dedicado muchas páginas

al azafrán. El último fue en 2011, cuando

dedicamos la portada y un reportaje in-

terior de tres páginas de análisis al mo-

mento que vivía el cultivo en nuestra lo-

calidad, y también su futuro. Ese reportaje

incluyó una entrevista a Manolo Romero,

conocido empresario solanero de azafrán,

que ya vaticinó un nuevo orecer. “La

situación económica hará que el cultivo

de azafrán se recupere” –declaró-. Eso sí,

matizaba que “será difícil volver al nivel

de plantaciones antiguas”.

Mondando rosa en casa de Antonia ‘La Patrena’

Acertó de pleno. En La Solana se han

plantado nuevos celemines, incluidos los

terrenos facilitados por el Ayuntamien-

to para promocionar su cultivo como

apoyo económico para familias en di -

cultad. Y es que la historia se repite. En

los años 80 del siglo pasado crecieron

las plantaciones al calor de incremento

del desempleo. En el año 1894, la anti-

gua Cámara Agraria Local hablaba de 92

hectáreas, nada menos. La última crisis,

con el consiguiente aumento del paro, ha

provocado otro repunte, aunque sin lle-

gar a esas cantidades de antaño.

¿Es el cultivo de azafrán sinónimo de

crisis económica? Parece que sí. El caso

es que la estampa que retrató Federico

Romero en la célebre zarzuela, con los

mozos y mozas echando el clavillo, no

es cosa del pasado. No del todo. La or

arrogante, el oro rojo, sigue ahí. Sigue

aquí.