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Colaboraciones

De vinos y gastronomía

De espárragos, collejas, cardillos y verdolagas

“L

os de abril para mí, los de

mayo para mi amo…”,

reza

sobre los espárragos un ma­

nido refrán popular que, enlazado con

el de las ahora menguadas

“… aguas

mil”

, saluda la primavera mediterránea

e inicia la párvula cosecha de trigueros,

cardillos y herbajes varios que medran

-bravíos- entre lindes, regueros, ribazos

y cunetas.

Siendo, como son ahora, los recolec­

tores de tan escuálida busca las senectas

e indolentes huestes del

“inserso”

-es el

jubileo muy nutrida tropa-, no se me

oculta que lo que hoy es una proactiva

pero plácida distracción, fue en tiem­

pos -no tan remotos y en recuerdo de

una triste geografía del hambre- codi­

ciado aporte nutricio para aliviar seve­

ras gazuzas y encontradiza mejora del

sustento. Y lo es desde el arcano de los

tiempos, aunque fuera el galeno griego

Dioscórides

quien pusiera en valor las

ventajosas virtudes medicinales de las

botánicas que nos ocupan, y fuese el

reputado gastrónomo romano

Apicius

-ambos coetáneos de Nerón-, el que in­

cluyera entre sus añosas recetas nume­

rosos -y dilectos- platos elaborados con

tan provechosas plantas.

Pasan los ancestrales revoltillos de

ajetes con trigueros; las cardillos “espa­

rragaos”, y las muy jugosas tortillas de

collejas, como socorridos -pero muy sa­

brosos- condumios de pastores, arrieros

y de la muy sufrida gañanía de antaño.

Conforman estos guisotes el preámbu­

lo de una muestra en la que también

participan, entre otros, los villanos -y

béticos- potajes de garbanzos con car­

dillos tagarninas, la murciana cazuela

de ajetes con espárragos y collejas, y

los pucheros con pastoriles guisos de

chichinabo, henchidos de verdolagas e

hinojos. Todo un repaso sobre la cocina

de las carencias, hija de la escasez y del

ingenio popular, capaz de sortear estre­

checes y penurias.

Sépase que la discreta solvencia ali­

menticia de la Europa mediterránea -a

menudo jalonada de hambrunas-, se

bene ció del añadido aporte alimenta­

rio de estas humildes botánicas, al me­

nos desde la Roma clásica. Corrobora

este aserto las páginas que

Plinio “El

Viejo”

dedica en su “Historia Naturalis”

a las muchas virtudes de las verdolagas

-en latín “porcillacas”-, o las recetas de

Apicius

en su compendio “Re coqui­

naria” sobre las collejas -en latín cau­

lículus- o “colitxes” en catalán. Menos

diáfana resulta la etimología del cardi­

llo tagarnina que, emparentada con el

andalusí y el bereber “taqarnina”, acude

al mozárabe “kardina” como voz nacida

del latín “cardus”.

Siendo, que lo es, mucho más reco­

nocido como “delicatesen” que como

alimento, el espárrago triguero -y sus

hortelanas variantes verde, blanco y

morado- hay que reconocer que tuvo,

además de historiadores apologistas,

notables detractores, incluso con muy

guasona cantilena:

Quien nísperos come, y bebe cerveza,

espárragos chupa, y besa a una vieja,

¡ni come, ni bebe, ni chupa, ni besa!

Añado, en un aparte, que nunca lle­

gué a entender -supongo que por mi

lejana condición de joven manchego

expatriado- el signi cado del solanero

dicho: “Disfrutas más que

Adelín

co­

miendo cardonchas”; pero eso, imagi­

no que será otra de nuestras chocarre­

ras historias.

J

ESÚS

V

ELACORACHO

J

AREÑO

Gaceta de La Solana

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