Gaceta de La Solana
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Caravana Blanca: impedidos pero emocionados
A
urelio
M
aroto
L
a caravana blanca de enfermos
e impedidos es una actividad
sin fanfarria y alejada de mul-
titudes, pero constituye un momento
seguramente único por su significado.
En sillas de ruedas, apoyados en bas-
tón o del brazo de algún familiar, mu-
chas personas mayores con poca mo-
vilidad acudieron a su cita anual con la
Patrona en Santa Catalina. Emociona-
dos, recibieron la unción de enfermos
mediante el párroco, Benjamín Rey, y
el sacerdote Antonio Campillo. Cruz
Roja volvió a ofrecerse para ayudar en
el traslado o llegada a la iglesia.*
Una anciana con cien años recibe la unción
de enfermos
Flores y gastronomía típica
en honor a la Patrona
E
El jurado prueba los dulces, gran novedad del concurso.
l viernes 19 de septiem-
bre la Plaza Mayor se
convirtió en un hormi-
guero de gente para vivir una
de sus veladas más concurri-
das del año, sino la más. Em-
pezó con la ofrenda floral a la
virgen, sacada al pórtico de
Santa Catalina para recibir las
dádivas de sus fieles en forma
de flores. Centenares de ni-
ños y niñas vestidos de man-
chegos y manchegas llegaron
para depositar su ofrenda ante
la imagen. Los seis paneles
preparados se fueron llenan-
do hasta completarse.
Justo al lado, el jurado de
los concursos gastronómicos
organizados por Festejos co-
menzó a probar las tortillas
de patatas, los pistos man-
chegos y los dulces. Tuvie-
ron faena ante la avalancha
de platos. Participaron 47
tortillas, con triunfo para
la cocinada por Cati Santos.
Hubo 28 pistos, siendo el
más rico, a juicio del jurado,
el de Adela Vera. La nove-
dad fue el concurso de dul-
ces, con 16 platos, donde se
impusieron los suspiros de
Agustina Castaño. En cada
especialidad había premios
de 100, 70 y 50 euros. Es de-
cir, se repartieron 660 euros
en premios.*
La Húngara, tardía
pero no baldía
La Húngara cantando en la Plaza Mayor.
L
legó tarde, al parecer
por una inoportuna
avería, y se puso a
cantar nada más aterrizar
en la Plaza Mayor. El pú-
blico llevaba más de una
hora esperando y acababa
de escucharse la primera
pitada ante una tardanza
que no entendían porque
nadie salió a dar explica-
ciones. Pero llegó, subió
al escenario y las lanzas se
volvieron cañas cuando en-
tonó una primera estrofa a
capela. Entonces, los pitos
se tornaron en olés, aunque
no ofreció ninguna discul-
pa. El público enseguida se
enganchó al magnetismo
de Sonia Priego “La Húnga-
ra”. Venía para una hora de
concierto y estuvo casi dos.
Tal vez por mala conciencia.
En eso, nada se le puede re-
prochar. Al término del lar-
go concierto, muchos fans
se agolparon a la entrada
del improvisado camerino
en busca de una foto, de un
autógrafo, de un beso… La
espera, mereció la pena.*