Gaceta de La Solana
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Entrevista
PREGUNTA- Pedro, un scanner
sirve básicamente para explorar y
detectar ¿Un nombre casual o con
significado?
RESPUESTA- Para entender el signi-
ficado real había que leer entre líneas.
"Scanner" fue, sobre todo, un pretexto
para llegar tarde a clase y colgarme la
primera guitarra.
Por aquel entonces hiciste una
canción del popular “carrillo de
Isidro”, formaste un equipo de
fútbol-sala llamado “Sporting don
Candelo”… ¿Metáforas simpáticas
para retratar la sociedad de tu
pueblo?
Aquellas historias surgían de forma
espontánea, como caricaturas de la
realidad a costa del humor y del in-
genio. Algunos de mis amigos me re-
cuerdan más por El carrillo de Isidro
que por La lista de la compra. Ironías
de la vida (risas).
¿Cuánto queda de esa “Solana”
de hace 30 años?
Una postal en blanco y negro, un pu-
ñado de buenos recuerdos grabados a
fuego en la memoria del corazón.
¿Y cuánto queda de ese Reguillo
“rebelde” del que hablaba tu amiga
Nohemí en el último pregón de
feria?
Supongo que la rebeldía va cedien-
do terreno con la edad, pero donde ha
habido, siempre queda. Agradecido a
Nohemí por el cariño.
¿Cuándo supiste que la música era
tu destino?
Fui muy receptivo a la música desde
niño. Mis hermanos mayores tenían
un pequeño tocadiscos y en mi casa
siempre sonaba una melodía de fon-
do. Ese es, quizá, mi primer recuerdo.
Poco a poco y de forma instintiva fui
descubriendo mi conexión vocacional
con aquel lenguaje, hasta convertirlo
en mi forma de entender la vida.
¿Te encuadras en algún perfil
concreto o te consideras un músico
versátil?
Desde mis inicios he trabajado siem-
pre en proyectos variopintos, supongo
que la versatilidad es el resultado de
adaptarse a la diversidad sin prejui-
cios, al margen de etiquetas y este-
reotipos. Llegado aquí, entiendo que
existen dos tipos de música: la que te
emociona y la que no. Así de simple.
¿Más intérprete o más compositor?
Por aptitud y por vocación más com-
positor que intérprete, a pesar del re-
corrido.
¿Más pianista o más bajista?
Es más íntima mi conexión y rela-
ción con el piano, aunque no me con-
sidero un instrumentista en un senti-
do ortodoxo y rígido.
Hablemos de La Cabra Mecánica
¿Cómo te cambió la vida?
La experiencia es irresumible. Más
de 400 conciertos, discos de oro, au-
ditorios a reventar… el resto de la
historia ya la conocéis. Cuando pasa
el tiempo y miras atrás sientes que la
vida te ha dado la oportunidad de re-
lativizar el éxito. De todo lo aprendi-
do, me quedo con eso.
¿Esa música “mestiza” marcó un
antes y un después en el pop-rock
español?
En aquella época nos convertimos,
quizá sin pretenderlo, en un referente
del "mestizaje", siguiendo la pista de
otros artistas que ya habían logrado
conectar con el gran público a través
de propuestas idénticas. La industria,
por su parte, se encargó de rentabili-
zar el término convirtiéndolo en un
slogan oportunista. Esa fue la otra
verdad.
En aquellos años, no tan lejanos,
tocaste el cielo con la punta de los
dedos ¿Llegas a sentirte Dios?
Difícil no confundirse. El ego es presa
fácil en un contexto ficticio donde todo
se manipula y se exalta, merced a la va-
nidad, la ostentación y el dinero.
¿Y cómo es el éxito por dentro?
¿Cuáles son sus aristas?
El éxito tiene una medida pequeña,
es del todo artificial y vacío por dentro.
Nada parecido a esa visión proyectada
con la que solemos idealizarlo.
Creo que Lichis es un genio, pero
también tiene un genio que… ¿te sen-
tías el rostro amable, el “equilibrista”
de la banda?
Digamos que me tocó aceptar ese rol.
Cuando te has subido al escenario mu-
chas veces, aprendes que el carisma no se
justifica sólo por el talento. En esta pro-
fesión, como en otras, no basta con ser
bueno, también tienes que parecerlo.
¿Cuándo supiste que a La Cabra se le
agotaba la batería?
Cuando grabamos Vestidos de domin-
go todo se desbordó. De la noche a la
mañana empezamos a copar las listas de
éxitos y las cabeceras de todos los tele-
diarios; discos rojos, talent shows, hits
de radio fórmula… Pronto intuimos
que aquel exceso mediático derivaría
en un éxito efímero, dinamitado por las
exigencias y las expectativas. De todo lo
bueno, quedó escrito con letra grande
Pedro Reguillo