GACETA DE LA SOLANA NÚMERO 286

Gaceta de La Solana 45 Nuestra Historia que “en esta yglesia se haze una capilla de cal y canto muy buena y grande” 2 , que sería la que estaba construyendo Pedro de Aliseda. En el Campo de Montiel hay otras dos iglesias en las que está constatado su trabajo. En 1494, la vecina localidad de Membrilla edificaba una nueva iglesia dedicada a Santiago, la cual “esta co- mençada a hacer de cal y canto e tiene acabadas de hacer dos bovedas la de la capilla principal e luego otra junto con ella las cuales son bien altas e de cal e canto e con sus traseros e filateras e el cuerpo de la iglesia esta en buen orden para se acabar… e al cabo de la iglesia tiene una torre de cal y canto donde es- tan las campanas e un reloj e en la ca- pilla principal esta un altar mayor bien aderesçado” . Su mayordomo, Alonso Martínez, declaró haber gastado 21.420 maravedíes, y en una de las cédulas justificando los pagos indicaba que es “de Aliseda maestro de la obra”. Cuatro años más tarde, los trabajos estaban muy avanzados, continuando Pedro de Aliseda al frente del proyecto, y en ese momento “ tiene por acabar otra bobe- da” . El mayordomo de la iglesia, Juan Muñoz Cacho, había pagado 21.945 maravedíes a “Aliseda cantero que face las dichas obras” 3 . Finalmente, ese mis- mo año de 1498, se edificaba la de Santa María Magdalena de Alcubillas, “la qual se faze agora de nuevo de cal y canto es de una nave e falta que no esta cubierta”. Su mayordomo, Martín Fernández, ha- bía abonado 15.531 maravedíes “a Ali- seda cantero que haze la dicha yglesia e mostro las cartas de pago” 4 . Como se observa, Pedro de Aliseda, que trabajaba al principio de la década de los noventa en Membrilla, a finales de ésta dirigía y realizaba las obras de tres iglesias de la comarca al mismo tiempo. Se desplazaría de una a otra para super- visar los trabajos, que realizaban varias personas a su cargo, ejecutando él las tareas más especializadas, en las que dejaba su propia marca. La ventaja que tenemos con este maestro, es que gra- cias a estar documentado su trabajo en tres lugares distintos, podemos conocer su marca de cantero, la cual se repite en ellos, y de esta forma identificar las zo- nas de los edificios en las que trabajó. Las marcas de cantero eran las figuras, imágenes o letras que los maestros ta- llaban en la piedra de sus obras, genera- lizándose su uso en los edificios romá- nicos y góticos desde finales del siglo X hasta bien avanzado el XVI. Aunque surgieron teorías que les daban un ori- gen mágico o esotérico, relacionándolas con los alquimistas, las logias masóni- cas o los templarios, la realidad es más sencilla. El primer estudioso que se fijó en ellas fue Adolphe Napoleón Didrón, en 1836, elaborando la teoría de que las marcas eran utilizadas por los canteros para marcar su parte de obra realizada, facilitando así el cobro de honorarios. Esta teoría fue desarrollada en Francia por Eugene Enmanuel Violet-le-Duc, restaurador de Notre Dame y de la ciu- dadela medieval de Carcasona, y en España por Vicente Lampérez, siendo hoy aceptada por la práctica totalidad de estudiosos. Las marcas eran la firma particular de cada maestro. En ocasio- nes ponían la inicial de su apellido o algún elemento o símbolo relacionado con ellos o con su profesión 5 . La marca de Pedro de Aliseda era una ‘A’. En la iglesia de Santa Catalina la hallamos en la capilla de los Salazar, si- tuada a continuación de la de Santiago, en el lado del evangelio, que posee una hermosa y monumental portada de es- tilo gótico tardío, con un gran arco abo- cinado ligeramente apuntado, que está formado por varias dovelas que arran- can de un pódium, culmina con un ga- blete y está flanqueada por dos pilares adosados, rematados por pináculos de- corados con motivos florales. El interior es un espacio rectangular cubierto por una bóveda de terceletes, apoyada sobre ménsulas. Su marca también la halla- mos en un contrafuerte del lado dere- cho de la cabecera, en la sacristía, lo que implica que su actuación en la iglesia sería extensa y dilatada en el tiempo. En Membrilla encontramos su marca en la portada norte de Santiago el Mayor, la cual presenta elementos arquitectóni- cos y decorativos similares a la capilla de los Salazar. Pedro de Aliseda también aceptaba obras civiles. En la primera década del siglo XVI fue preciso renovar la casa de bastimento de Membrilla por 12.000 maravedíes, encargada a él, pero por desgracia murió antes de eje- cutarla. Cuando los visitadores llega- ron de nuevo a Membrilla, en marzo de 1509, no se había hecho nada. Ave- riguaron que “el dicho Pedro de Aliseda es ya fallecido e no se hallo quien diese raçon sy le fueron dados los dichos ma- ravedíes” , aunque se había dado orden al contador Hernando de Toledo para que los entregase. Tras contactar con los herederos de Aliseda, se descubrió que no había recibido cantidad alguna, al haber muerto antes de comenzar los trabajos 6 . Gracias a ese dato podemos saber hasta qué año estuvo, más o menos, traba- jando por la zona, donde dejó grabada su impronta a través de sus marcas. La documentación consultada nos da una idea de su importancia en el Campo de Montiel, pues durante la misma época dirigió los trabajos de tres iglesias, lo que implicaba tener a su frente un im- portante contingente de personas que realizarían las obras. Concepción Moya García y Carlos Fernández-Pacheco Sánchez-Gil 2. Archivo Histórico Nacional (AHN), Órdenes Militares, Santiago, libro 1068C, visita de 1498, La Solana, p. 396 y 399. 3. AHN, Órdenes Militares, Santiago, libro 1067C, visita de 1494, pp. 652 y 654; libro 1068C, visita de 1498, Membrilla, pp. 404 y 406. 4. AHN, Órdenes Militares, Santiago, libro 1068C, visita de 1498, Alcubillas, p. 384. 5. Lampérez y Romera, Vicente: Historia de la arquitectura cristiana española en la Edad Media. Ediciones Ámbito. Valladolid, 1999, pp. 49-51. 6. AHN, Órdenes Militares, Santiago, libro 1071C, visita de 1509, Membrilla, pp. 533-535.

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