GACETA DE LA SOLANA Nº285 - DICIEMBRE 2020

Gaceta de La Solana 68 Colaboraciones Cartas desde el destierro ¡"Colaores" y lebrillos! C ontaba mi madre que la suya, mi abuela Gabriela, incluso ta- rareando, afnaba la mar de bien. Añadía que cuando ésta "hacía sábado" entonaba con desparpajo una sarta de seguidillas manchegas. Entre ellas, inde- fectible, la de "La rosa..." que comienza: En Manzanares, manzanas; en La Membrilla, membrillos; y llegando a La Solana: ¡"Colaores" y lebrillos! Como quiera que uno no haya sido del todo un manchego cabal -tan larga au- sencia, aunque distrajo, no disipó mis señas identitarias-, padezco, con otras penurias, la ignorancia sobre temas co- munes del acervo solanero; entre otros los referentes a datos, informes y rese- ñas de las artesanías solares de nuestra villa. Y por lógica, también las del la- boreo del barro y sus alfares, de las que -es un suponer- serían avisadas prendas los "colaores" y lebrillos a los que cantu- rreaba mi abuela. Opino -como probable- que nuestra mo- destia alfarera sólo fuera relativa, porque hasta la auxiliar wiquipedia recoge que tuvimos un cierto peso como resueltos alfares de cántaros, tinajillas, pucheros, botijos, lebrillos, barreños, orzas, tin- teros y reputadas tinajas de vino. Con todo, mis nociones sobre la alfarería so- lanera se reducen a la presencia y uso de los útiles domésticos que conocí duran- te el año que pasé en La Solana con mis abuelos paternos, siendo yo un caballe- rete de unos cinco años. Acaparaba mi abuelo Ángel, en la des- pensilla anexa a la cocinona, una retahí- la de orzas, pucheros, marmitas y tinaji- llas bien surtidas de vinagrillos, adobos Si las agridulces cebollas gozaban de jus- ocurrió la infeliz idea -con mi aporte- picantes, salazones y aderezos. Supongo to aprecio, la orza de alevosas guindillas de aliñar, en una tina, media arroba de que su advertida calidad de "vocero" en vinagre que aderezaba era su Potosí. sabrosas -pero cuescudas- olivas corni- -marchante y especiero- le confería De hecho, en temporada, cuando ver- cabra; aliñadas con apresto de dañina cierto pedigrí para aliñar con especias, des y curvadas -feras dagas moriscas- sosa que las dejó, de tan puro insípidas, hierbas y condimentos. las guindillas advertían su envero, mi casi tísicas. Ni que decir tiene que ni el Presumía de conftar en su tinajilla las abuelo elegía las de más torvo aspecto aroma del atadillo de ajedrea y almora- mejores cebollas en vinagre del pue- para colmatar con ellas -más un búcaro duj, ni la fragancia del tomillo, hinojos blo; y no debía ir descaminado por su de mosto, otro de vinagre, un puñado y ajos, amén de la salmuera añadida re- esmero en elegir el tamaño de los bul- de sal y sus cuitadas pócimas de druida fotaron el escorado y sosote naufragio bos -de leve color liloso-, fresca tersura oretano-, su explosiva y particular orza. aceitunil. y clemente grado de picor. Conocía el Como no todo el monte es orégano y mi Peor, si cabe, resultó ser el regalo de cabal tiempo de sazonado, y la justa me- cristeña abuela Magdalena se quejara de Ferias con que mi abnegada abuela, sa- dida entre pulgaradas de sal, pocillos de lo muy especiado y picoso de la tinajera bedora de lo mucho que me gustan las mosto y azumbres de vinagre. cosecha que atesoraba mi abuelo, se le berenjenas aliñadas, quiso obsequiar-

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