GACETA DE LA SOLANA Nº275

Gaceta de La Solana 53 Colaboraciones E n La Solana, raro será la familia que no tenga alguna foto de las fe- rias, la comunión, o del carnet de identidad hecha por él; ni, después, en Manzanares, en Membrilla, o más allá de Despeñaperros adonde se iba cuan- do lo llamaban de los cuarteles de la Guardia Civil para la cosa de renovar el DNI, y allí estaba Pedro, como por su casa y su pueblo, montado en su ves- pa recorriendo la provincia de Jaén. Puede que hasta los olivos famosos lo saludaran ya… Eran los años sesen- ta, qué jóvenes todos, cuando llegó Pedro Carranza a la villa del azafrán y las hoces – La Solana -, que también “posaron” para su cámara, con el fin de establecerse allí. Aún recordamos su estudio, pequeño pero coqueto, en su propia vivienda, como toros que hubo entonces. Y a su esposa, Ana María, y sus dos hijas, Gracia y Joaquina, revo- loteando por el mostrador y demás. To- dos te atendían; el padre revelaba, las mujeres, normal, entre charlas y risas. Y siempre alguien que comentaba: “¡Ya van creciendo las niñas!” Y todos, cla- ro, el tiempo ha pasado, un montón de años, la familia que se traslada – la de Pedro- en Manzanares, y luego más le- jos, a Barcelona. Pero ya sin fotos, a la empresa SEAT, y a empezar una nueva vida. Como tantos, ayer en un “nido”, el de siempre, y, de pronto, a por las maletas…Pero Pedro ha vuelto. Y a su Daimiel natal, el pueblo de las Tablas, donde nos hemos puesto a re- cordar nada más vernos. Su esposa, a su lado; las “niñas”, bien situadas, a unos kilómetros. Y una alegría grande: sus nietos. Las cámaras colgadas en la pared hay días que vuelven a sus ma- nos…Conserva aún la del “minutero”, cuánta tralla llevará encima. Le decimos que con nuestro padre formó un tándem perfecto durante unos años; un Quijote y Sancho, sin lanza ni burro, pero con pluma y una máquina de fotos, además de un Gordini cuando dejó la vespa. Tie- ne palabras muy bellas para él, para sus crónicas a tantos periódicos y revistas, y le ha llamado Don Miguel…Le habla- mos, en fin, de sus rápidos revelados Caminar y Contar Pedro Carranza, aquel fotógrafo del pueblo y del campo manchego para que salieran los reportajes en el correo; hoy, ambos, hubieran hecho fili- granas artístico-literarias con el correo electrónico. En casa, se guardan fotos y recortes de Pedro Carranza, como des- pués de otros profesionales manchegos y alguno de Alcalá de Henares. Llegaba septiembre con su vendimia y no quedaba nadie en las casas de La Solana, desde el más chico al mayor, todos a los carros y remolques. Pedro y Miguel, sin madrugar tanto, allá que se iban a tomar nota de las largas jornadas, amén de duras, y sin contar – o contan- do- lo que el cielo podía enviar. De todo, a veces. En unos días, los periódicos da- ban cuenta del trabajo de todo un pue- blo narrado al detalle y con imágenes para el recuerdo. Como ahora. Cuando Foto de Carranza en un campo de rosa de La Solana tocaba recogida del azafrán o de acei- tuna, igual, ya en La Solana, o pueblos cercanos. Y reportajes diversos. Recuer- da Pedro la visita a la casa de doña Ve- nancia Rodríguez-Rabadán Martín-Albo (en La Solana, estos apellidos compues- tos son muy comunes) en 1968, nacida en 1865, con su amigo periodista. ¡Qué señora! Tenía fincas, mulas, aperos de labranza y su marido hacía mucho que falleció. Una existencia de esas que no conocen descenso. Sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos nunca la deja- ron sola. Nuestro cordial saludo a todos ellos. Como a Pedro Carranza y familia, que nos devuelven por un momento a nuestro pueblo y sus gentes. Y a los años mozos. Luis Miguel García de Mora

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