La Solana nº265 Julio-Agosto 2017 - page 39

Gaceta de La Solana
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La Gaceta deportiva
El quinteto de nuestros sueños
A
ntonio
S
errano
S
ánchez
P
uedo recitar sus nombres de me-
moria: Paula Sevilla, Herminia
Parra, Aroha Maeso, Ignacio
Díaz Cano, Pedro Julián Moreno... Son
parte de nuestra sangre, atletas nacidos
en La Solana, cuya juventud es un te-
soro. Sus éxitos serán nuestros éxitos.
Sólo tres están bajo mis órdenes como
entrenador pero cualquiera de los cin-
co representa el valor del atletismo en
nuestra tierra, la seguridad de que en
el esfuerzo hay futuro: yo sólo fui un
exponente más hace treinta años. El
tiempo no se para ante nadie.
Hoy, el triunfo de estos cinco jóvenes
es una prueba de la democracia del at-
letismo. Me llama la atención el hecho
de que las tres chicas sean velocistas
y procedan de un pueblo sin pista de
atletismo. Pero entonces recuerdo que
Tuve esa suerte. Tenía 27 años y
aquel 25 de julio, mientras La So-
lana celebraba a nuestro patrón, mi
nombre formaba parte de la selec-
ción española de atletismo en los
Juegos de Barcelona 92. Venía de un
invierno difícil, en el que no había
podido clasificarme para el 10.000,
mi distancia favorita, y tuve que hos-
pedarme en el 5.000. No pude clasi-
ficarme para la final pero tampoco
pude reprochar ni una sola palabra a
mi conciencia. Tenía la sensación de
que el estadio coreaba mi nombre.
Jamás se me olvidará que en aque-
lla serie llegué mareado a la línea de
meta, símbolo inequívoco del atleta
al que sólo se le puede aplaudir; no
me quedaba ni un átomo de fuerza
libre.
Por eso, 25 años después de Bar-
celona 92, lo recuerdo como si fuese
hoy. Había participado en Seúl 88 y
desde entonces he estado en todas
las ediciones de los Juegos como
entrenador. He vivido momentos
memorables, como en Pekín 2008,
donde llevé a cinco atletas y uno de
ellos, Juan Carlos Higuero, se que-
dó a la orilla del bronce. Pero si me
dan a elegir no puedo ser neutral.
Siempre hablaré de Barcelona 92
en primera persona, con un cariño
desmedido y la sensación de que
aquel verano abrió puertas y venta-
nas a nuestro deporte. Nos enseñó
que podíamos estar a la altura de los
demás; nos recordó, incluso, que en
ese momento no era justo pedirle
más a la vida. Fueron 22 medallas y
por eso aquel mareo mío en meta lo
di por bien empleado. Mi deporte,
el deporte español, había triunfado.
Había derribado por fin la puerta
del optimismo.
AQUEL MAREO QUE
NUNCA OLVIDARÉ
vienen del fútbol, donde no se puede
vivir sin velocidad. Una cualidad que
el atletismo ahora reconoce a estas tres
chicas, fieles exponentes de las nuevas
generaciones en las que ya no es como
antes. Los tiempos han cambiado.
Se ha acabado con el gobierno de los
fondistas en La Solana, que podría ex-
presarse a través mía (competí en todas
las distancias, desde el 5.000 al mara-
tón) hasta Pedro Antonio Santos-Olmo,
internacional en media maratón. Pero
ahora resulta que no sólo tenemos tres
maravillosas velocistas. También tene-
mos dos mediofondistas, como Ignacio
o Pedro Julián, y el orgullo incontesta-
ble de haber sido representados por cin-
co atletas en el último campeonato de
España absoluto. Si, además, añado que
una atleta nuestra forma parte del ré-
cord nacional de 4x100 sub-23, aterrizo
en una idea incuestionable: al atletismo
de La Solana le sobran motivos para so-
ñar, para subir al podio y para explicar
que esto no sólo es un éxito. Es también
una forma de vida.
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