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Gaceta de La Solana

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Reportaje

noviembre del año 2007, Julián dirige el

departamento de animación sociocul-

tural en la Residencia de Mayores ‘Rosa

del Azafrán’, lo que comúnmente cono-

cemos como ‘el geriátrico’.

Ciego desde que era bebé

Luis Carlos es natural de Tavira (Por-

tugal), una población fronteriza a sólo

20 km de Ayamonte (Huelva). Tenía

sólo tres meses cuando le detectan un

retinoblastoma

, o sea, un tumor en el

ojo izquierdo. Se lo extirpan. A los dos

años le ocurre lo mismo en el ojo de-

recho. “No tengo conciencia de haber

tenido visión nunca” –afirma-. Sus pa-

dres se volcaron con él. Hasta los 12

años aprendió con el sistema braille.

“Tenía algún profesor de apoyo porque

la maestra tampoco sabía braille”. Luego

comenzó con el revisor de pantalla y la

síntesis de voz en el ordenador.

Igual que Julián, decidió seguir estu-

diando y amagó con cursar Derecho

en la Universidad de Lisboa, pero sólo

hizo la pre-matrícula. Una propuesta de

la Asociación ACAPO (Asociación de

Ciegos y Ambliupetes de Portugal) le

anima a estudiar Fisioterapia. Terminó

la carrera en la Escuela de Fisioterapia

de la ONCE, adscrita a la Universidad

Autónoma de Madrid. Fue contratado

como fisio del geriátrico en septiem-

bre de 2009. Su amigo Julián bromea

de nuevo. “Me fui de vacaciones y me

dijeron que vendría una chica, pero

cuando volví estaba Luis Carlos ¡qué

decepción!”.

Un camino difícil

No les ha sido fácil llegar hasta aquí.

Es ocioso escribirlo. Su esfuerzo aca-

démico ha viajado paralelo a su tesón

por adaptarse al día a día. Ser ciego es

una mochila pesada y Julián se sincera.

“Quien diga que esto se lleva bien es

mentira. Vivir la adolescencia sin vi-

sión es duro, lo pasas mal”. Pero, instin-

tivamente, vuelve a hablar en positivo.

“Hice amigos para toda la vida y otros

desaparecieron ¡gracias a Dios!”. Es aquí

cuando ambos hablan de sus familias,

en especial de sus padres. “Agradez-

co a mi madre, María Eugenia, que no

diferenciara la educación con mis her-

manos mayores porque me ayudó a ser

mucho más autónomo” –cuenta Luis

Carlos-. En el caso de Julián, sus padres

también han sido sus grandes apoyos.

“El sacrificio de mi madre ha sido bru-

tal y mi padre de jornalero no digamos”.

Experto en arroz con pulpo

Luis Carlos sale de casa antes de las 9

de la mañana, camino del trabajo en la

residencia. Él y Doufi, su perro guía, un

precioso labrador negro que lleva 6 años

a su lado. “Un perro guía no sabe todo y

a veces es contradictorio, pero te ayuda

a agilizar y apartar los obstáculos”. “Me

ha traído agilidad en los trayectos ruti-

narios”. Doufi es un gran compañero,

pero no hace tareas domésticas en el piso

donde viven. “Yo cocino, limpio, plan-

cho...”. Las diferencias con una persona

que ve son pocas. Cambia la velocidad y

algunos truquillos. “Pongo los calcetines

en la lavadora por parejas, así no los pier-

do”. Bueno, también tiene un enhebrador

de agujas y un detector de luz. “Te avisa

si le das a la luz sin querer”.

A la hora comprar, lomás cómodo para

ellos es la tienda de toda la vida, donde

el dependiente te atiende en persona.

Paseando por la Plaza Mayor