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Gaceta de La Solana

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Colaboraciones

GOLLERÍAS DE

LA PAVA

Dedicado a aquellos que hemos vivido los heroicos tiempos de este tradicional medio de transporte

P

EDRO

N

AVARRO

N

os traía y nos llevaba desde

Ciudad Real a nuestros pue-

blos. Trámites burocráticos,

estudios, exámenes de la gota gorda

en aquellos junios. Nos remitía a la

capital del Estado, para lo mismo,

pero mucho más importante. Acer-

caba parientes en lejanía, allá por los

carnavales, o por las ferias o por las

fiestas patronales.

Eran aquellos autobuses culones

con baca, pintados en esos colores

marrón y beige, con asientos roji-

zos de auténtica gutapercha, en los

que se podía comer un bocadillo de

lo que fuere, y fumarte los pitos que

diera de sí el trayecto. Hacía las pa-

radas obligadas en postas durante el

camino, con meada y café casi im-

prescindibles. En momentos de gran

bullicio, se habilitaban unos traspor-

tines que al efecto existían plegados

en los asientos del pasillo. Un viaje

en ellos, por ejemplo, de Manzanares

a Madrid, podría equivaler a un tra-

yecto en las diligencias del Far West

americano, en blanco y negro. Pero es

lo que había entonces. Así que lo su-

fríamos tan ricamente.

En un principio cubría la ruta Sego-

via-Madrid. Luego se extendió hasta

Manzanares y Valdepeñas, llegando

hasta el lejano Jaén. En el cruce de

caminos de Manzanares había una

línea que te acercaba a Ciudad Real

capital, y hacia el Este, Membrilla, La

Solana, Alhambra, Carrizosa y Villa-

nueva de los Infantes. ¿Qué hubiera

sido de estos municipios, que no te-

nían ferrocarril y con tan sólo cuatro

automóviles particulares, de no haber

existido la pava?

Ahí va también un recuerdo hacia un

o cio singular. Me re ero al “recade-

ro”. Estos hombres se nutrían de este

medio de transporte para ejercer su

trabajo diario. En La Solana, recuer-

do a uno de esos recaderos que iba a

Ciudad Real, y para Madrid creo que

había al menos dos. Cualquier cosa

que necesitaras, ellos se encargaban de

traerla y la tenías al día siguiente. No

sé cómo se las arreglaban para patearse

todo un Madrid de punta a punta, bus-

cando una faja de corsetería, un cacha-

rro de Galerías Preciados, o entregar

un paquete de matanza al familiar de

Orcasitas. Por una tarifa previamente

establecida, obtenías lo que ahora se

hace por el eBay de Internet.

Y como final, el por qué de “La

Pava”: En la línea primitiva que ope-

raba en Jaén, hasta Valdepeñas y qui-

zás Manzanares, los coches llevaban

pintado un pavo en sus costados.

Cuando la empresa “La Sepulvedana”,

absorbió a la primera, ésta se quedó

con el nombre de “La Pava” per in

saecula saeculorum.