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Gaceta de La Solana

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Reportaje

Orgullo “Obillero”

La popular aldea revive y cobra protagonismo mediático al calor de su fiesta agosteña

A

urelio

M

aroto

U

n buen amigo nos lo dijo hace

poco: “Ya era un mocete cuan-

do descubrí que el nombre de

la aldea empezada por ‘L’”. Hasta enton-

ces, pensaba que el célebre poblado se

llamaba “El Obillo”, y de ahí el sobre-

nombre de “Obilleros”. Ignoramos si la

génesis de tal denominación se inspiró

en algún lobo pequeño, que en todo

caso sería lobezno, pero la realidad es

que “El Lobillo” representa parte de

la esencia del solanerismo

más puro.

Gentes de campo, agricultores de

raza, cazadores…

El Lobillo es un paraje curioso. Está le-

jos de La Solana, a unos 24 kilómetros,

al que se llega tras cubrir una larga, si-

nuosa y estrecha lengua de asfalto. Ni

siquiera pertenece a nuestro término

municipal, sino al de Argamasilla de

Alba. Cuesta pensar cómo y por qué

se asentaron nuestros antepasados en

este paraje, en tiempos donde no hab

ía

motores

, sino carros de varas y caminos

angostos.

Llegar se haría eterno. Y tal vez por

eso, y por la productividad de aque-

llas tierras de cultivo, se construyó una

casa, y otra, y otra más. Así, hasta for-

mar un gran caserío donde cada cual

se iba de quintería. No es de extrañar

que se desplazaran familias enteras de

temporada y que muchos niños dieran

sus primeros pasos correteando por los

alrededores.

Han pasado los años y El Lobillo, igual

que su vecina, La Calera, no sólo no

ha sido abandonado, sino que redroja

al calor del denuedo de varias familias

solaneras que se resisten a marcharse

para siempre. Remozan sus casas, que

han cambiado alacena por frigo, camas-

tro por somier, basurero por cuarto de

baño, silla de enea por sillón de diseño,

y chimenea por vitrocerámica. ¿Una

estirpe? No, pero se le acerca. Son los

“Obilleros”. Y lo llevan a gala.

Lo que empezó casi de broma

El pasado 14 de agosto, GACETA vol-

vió a ser testigo de la fiesta mayor de El

Lobillo. “Empezamos casi de broma;

unos pocos dijimos de hacer unas pae-

llas y mira, llevamos seis años y cada

vez viene más gente” –nos dice Prado

Mateos-Aparicio-. Vicente Guerrero

“Chocolate” es otro

obillero

de siempre.

“Se puede decir que casi nací aquí, y

me da mucha alegría porque recuerdo

a mis antepasados y pienso lo que dis-

frutarían viendo este ambiente”. Aún

recuerda cuando se alumbraban con

candiles y aquellas largas estancias de

temporada. “Nos tirábamos aquí vera-

nos enteros con la familia”. Rafael Pala-

cios “El Pesca” también aprendió a ca-

minar entre esas callejuelas terregosas.

“Llevo viniendo al Lobillo 62 años, que

son los que tengo”. “Para nosotros es un

sentimiento de grandeza y amor propio

mantener las raíces de aquí”.

Hace seis años montaron la primera

fiesta agosteña. Rafael fue uno de los

promotores, “pusimos 25 euros cada

uno, hicimos varias paellas y quedamos

contentos”. Al año siguiente, lo mismo.

Pero todo tiene un límite: “nos harta-

mos de preparar tanto y dijimos ‘el año

que viene, tipo Castillo’”. Desde enton-

ces, cada cual lleva instala sus mesas,

sus sillas, trae a sus invitados y prepara

sus viandas. Lo dicho, tipo romería, lo

cual no quita responsabilidad y trabajo

a los promotores. “Para mí se quede.

Llevo preparando toda la semana” –nos

decía Vicente-. Hay que preparar un

equipo de música, poner banderitas,

colgar la pancarta, comprar los cartones

del bingo… “Adornamos unos días an-

tes, siempre los mismos claro” –ironiza

el amigo Chocolate-.

Futura pedanía

Hay que avisar al Ayuntamiento de

Argamasilla, que facilita el alumbrado,

como nos cuenta Prado. “La verdad es

que colaboran con nosotros, aunque

lo suyo es que pongan luces fijas” –nos

cuenta Prado-. En una entrevista con-

cedida a Radio Horizonte, el alcalde de

Argamasilla, Pedro Ángel Jiménez, se

comprometió a instalar luces y arcos

definitivos para esta fiesta. Y reveló que

el estudio del nuevo Plan de Ordena-

ción Urbana de esta localidad incluye

convertir El Lobillo en pedanía. En ese

momento, la Corporación Municipal

argamasillera tendría que elegir alcalde,

o alcaldesa, pedánea.

Entre tanto, los más veteranos ven con

alegría cómo el poblado sigue vivo. Casi

emocionados, se sienten plenos viendo

cómo sus hijos “apañan” la casa. O cómo

sus nietos corretean felices por allí. El or-

gullo

obillero

permanece intacto.*

Los lobilleros posan alegres durante su fiesta agosteña