GACETA DE LA SOLANA 279

Gaceta de La Solana 38 Reportaje A urelio M aroto P edro Rodríguez-Rabadán Ma- teos-Aparicio (La Solana, 1946) es hombre de costumbres fijas. Le gusta madrugar, le gusta ir al ceba- dero, contemplar los corderos, almorzar y echar la ‘borreguera’ de las 11, como él llama a su pegaojo matinal. Pedrín, como todos le conocen, tiene 73 años y una mochila repleta de trabajo, de sudor, y experiencias a la espalda. Por sus venas corre sangre ‘aleja’, una dinas- tía de carniceros que alumbró su padre hace más de seis décadas. Ahora, jun- to a su mujer, Estebanina, ve cómo sus cuatro hijos tiran del carro. Se cumplen 25 años desde que creó ‘Pedrín e Hijos S.L.’, una empresa que hoy emplea a 35 personas y pasea el nombre de La Sola- na por media España. El ‘hermano Alejo’, era pastor. Antes de la guerra, con sólo 7 años, entró a traba- jar en la hacienda del célebre cura Cu- bero, el del Legado Bustillo, a cambio de la manutención. Allí, entre animales y con el aire puro del Llanillo como úni- co confort, labró su apego al ambiente Pedrín e Hijos, carniceros de dinastía La mayor empresa cárnica de La Solana cumple 25 años y es un ejemplo de la pujanza de la industria agroalimentaria, uno de los motores económicos del municipio granjero. Hasta que decidió montar su primera carnicería en la calle Doña Án- gela, viviendo de alquiler en la casa de ‘las tamaronas’. Allí nació Pedrín, el pe- queño de cuatro hermanos, de los cua- les dos varones (Alejo y él) y dos hem- bras (Josefa y Manuela). Pocos saben que otro hermano, de nombre Antonio, falleció siendo muy pequeño, y menos aún que Pedrín debe su nombre a Peri- co ‘Urigas’, el de la taberna, muy amigo de la familia. Mientras el hermano Alejo se afanaba en sacar la tienda adelante y Estebanina, su mujer, limpiaba las tripas de los cer- dos junto a Ambrosia, que servía en la casa, Pedrín trillaba en una ‘labor’ de la Casa de la Campana, arrendada por su padre. “Con 8 años me mandaron a la ‘Universidad de Salamanca’”, bromea. A los 11 ya era pastor fijo. Vivía de quin- tería con sus tíos Agustín y Mari Car- men, en una casa de lumbre y poyo. En invierno, a la escuela de don Antonio Muñoz, en la Casa del Pueblo. Al pueblo con cincuenta pavos… No duró mucho. “Con 13 años me vine con cincuenta pavos andando al pue- blo, yo solo”. Y se metió en la carnicería con su padre. “Entonces se vendía cer- do y oveja, el cordero era cosa de ricos”. Cuando tuvo la edad se sacó el carné de conducir y comenzó a salir a comprar género a lomos de su Montesa de 125 cc; después con una Ossa 160… Infantes, Villahermosa, Montiel… Luego a Jaén por Montizón, Aldeaque- mada… “Compraba corderos, ovejas, terneros, y luego gorrinos en Vilches, orilla de La Carolina”. Pedrín iba a por el ganado en los camiones de Chuchina, de los Toneleros o de Pepe ‘Calzoneras’. Hasta que compró un furgón Saba. En los años 60 se muda a la calle En- comienda, a una casa que la familia compró a Los Salazares . Pedrín y su hermano Alejo abren allí la tienda. Nace Cárnicas Los Alejos. Aún eran los tiempos del mercado en la plaza, has- ta que en 1966 todos los carniceros se trasladaron al nuevo mercado munici- pal. “Alejo en la tienda y yo ‘al trato’ y al matadero”, dice Pedrín, que comenzó a salir a Valdepeñas de Jaén, Alcalá la Real y otras zonas de la comarca. “El ga- Pedrín con su familia y toda su plantilla de empleados

RkJQdWJsaXNoZXIy NTEwODM=