Gaceta de La Solana
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Reportaje
‘Risas’ en el lugar más inhóspito
H
ace unas semanas preparé, junto
con mi familia, el equipaje. Me
disponía a volver, por decimo-
cuarta vez, a los Campamentos de Refu-
giados Saharauis, cerca de Tindouf, en
Argelia. Han pasado casi 17 años desde
el primer viaje y me sigue invadiendo la
misma emoción, los mismos sentimien-
tos encontrados desde aquella primera
experiencia, que tanto me marcó.
Los campamentos se sitúan en uno de
los lugares más inhóspitos del planeta, la
hamada
o desierto pedregoso del Sáha-
ra. Los habitan unos 150.000 saharauis.
Los
nadies,
que diría Galeano, aunque
para nosotros tienen nombre y también
rostro, pese a que llevan allí olvidados
más de 40 años, injustamente, (viviendo
en casas de adobe que compartimos en
nuestras visitas), por la desidia y el des-
interés de muchos países, entre ellos Es-
paña, que posee una deuda histórica con
el Sáhara, su última colonia.
Cada vez que visito los campamentos
siento que algo ha cambiado. Este año
la situación era desoladora. A la pobre-
za inherente a un campo de refugiados,
que depende exclusivamente de la ayuda
internacional, se han unido las lluvias
torrenciales, que raramente ocurren en
el desierto y que asolaron y derruyeron
la gran mayoría de las rudimentarias vi-
viendas de adobe y jaimas de tela. Vivo
con tristeza, observando cómo la espe-
ranza que irradiaban los saharauis aque-
llos primeros años, se torna en desespe-
ranza, en futuro incierto, en sospecha de
lejano ruido de tambores de guerra en el
horizonte.
A pesar de todo, los saharauis son-
ríen, derrochan hospitalidad. Me paso
el día rodeado de niños alegres que me
piden alguna chuchería, que juegue con
ellos… con su sonrisa perenne, felices,
pese a encontrarse confinados en ese
enorme reloj de arena que es el cam-
po de refugiados saharauis. Durante
algo más de una semana vivo, junto a
mis padres, en un continuo vaivén de
sentimientos opuestos. Por un lado, la
desesperanza de tantos jóvenes de mi
edad abocados a un futuro sin futuro,
muchos con carreras universitarias que
Niños saharauis en Tinduf.
Tinduf, un lugar olvidado.
no pueden ejercer, y que miran a un
mañana que no son capaces de alcan-
zar. Los hospitales carecen de cualquier
tipo de servicios, de medicamentos; los
colegios están obsoletos, sin material,
sin equipamiento… Por el contrario,
disfruto perdiéndome en conversacio-
nes y risas eternas en torno a un sinfín
de vasos de té, o dejándome abrazar por
puestas de sol y cielos estrellados tan
inmensos como la profunda mirada de
esos ojos azabache.
Una vez más, y pese a conocer los cam-
pamentos desde hace mucho, volvemos
con lágrimas en los ojos, con una inex-
plicable sensación de vacío. Una parte de
nosotros se queda en el Sáhara, vagando
con el siroco, abrazando a los saharauis
y llevándoles esperanza. Dejamos allí
a nuestras niñas, que ya son parte de la
familia, anhelando que llegue el vera-
no para acogerlas en nuestra casa, para
contagiarnos de su felicidad, de sus risas,
para que nos den más de lo que reciben,
y para evitarles que tengan que pasar un
verano extremo en la ya de por sí extre-
ma tierra donde pasan el resto del año.
Desde estas páginas de Gaceta, me gus-
taría animar a las humanitarias familias
de nuestro pueblo a acoger a un niño o
niña saharaui durante el verano, a dejar-
se contagiar por su alegría y a crear un
precioso vínculo de amor recíproco que
durará toda la vida.
S
ebas
D
e
L
ara