GACETA DE LA SOLANA 314
Gaceta de La Solana 48 Nuestra historia La Solana en la guerra de las Alpujarras y la dispersión de los moriscos granadinos (VII) La expulsión de los moriscos de La Solana (Extracto del artículo publicado en el número 8 de la Revista de Estudios del Campo de Montiel) C arlos F ernández -P acheco S ánchez G il y C oncepción M oya G arcía 1. LAPEYRE, H.: Geografía de la España morisca. Diputación Provincial de Valencia. Valencia, 1986, p. 201. L a dispersión de los moriscos granadinos por los distintos reinos hispánicos, no supuso el fin del problema. La mayoría de ellos continuaban apegados a sus tradicio- nes, costumbres, lengua y religión, y eran vistos por el resto de la pobla- ción como un grupo social separado y distinto, lo que aumentaba la des- confianza. A ello se sumaba el hecho de que eran más prolíficos que los cristianos viejos, lo que hacía que en algunas regiones y comarcas, se viera este au- mento demográfico como una amena- za a medio y largo plazo, pues podían llegar a ser mayoría, haciendo peligrar el control de ciertos territorios. Ade- más, las autoridades temían una posible alianza o colaboración con los turcos y los piratas berberiscos, que asolaban con rápidas incursiones las costas espa- ñolas. Los moriscos eran vistos como unos quintacolumnistas o espías, que podían pasar información a los enemi- gos del país, que infestaban el mar Me- diterráneo o incluso colaborar en sus Embarque de moriscos expulsados incursiones, sobre todo en las regiones valenciana, murciana y andaluza, con el grave peligro que ello suponía. Por otro lado, estaba latente el riesgo de rebelión, lo que podía crear un problema militar y social. Como hemos visto, la dispersión no había acabado con estos temores, y las dificultades de asimilación, los retor- nos clandestinos y la postura rebelde en algunas localidades en las que eran mayoría, como en Hornachos (Bada- joz), donde estaban en franca rebeldía frente a las autoridades locales y reales, llevaron a las autoridades del país a to- mar una decisión que acabara de forma definitiva con el problema: la expulsión. Las sucesivas treguas en los con- flictos exteriores durante el reinado de Felipe III, gracias a las paces firmadas con Inglaterra y Francia, y la tregua de doce años acordada con los Países Bajos en 1609, permitieron liberar las tropas necesarias para llevar a cabo la expulsión masiva de los moriscos, lo que favoreció la toma de esta decisión. La expulsión se realizó de forma es- calonada, para facilitar la logística de contratación de barcos y acumulación de soldados, y evitar posibles revueltas, al crear la esperanza de que su destie- rro se limitaría a algunas regiones, al tiempo que se aislaban las reacciones de los implicados. Los decretos se fueron sucedien- do poco a poco, a la vez que se iban concentrando barcos en los distintos puertos, y tropas para acompañar los convoyes de deportados. El primer rei- no donde se planteó la expulsión fue en Valencia, siendo tomada la decisión en abril de 1609, aunque el decreto no se publicó y se hizo efectivo hasta el 22 de septiembre de dicho año. Los si- guientes afectados fueron los moriscos castellanos, cuya orden de expulsión se firmó el 10 de enero de 1610, aunque se excluyó la región murciana. Los moriscos castellanos, a diferen- cia de los valencianos, fueron auto- rizados a vender sus bienes muebles, no así los inmuebles que pasaron a ser propiedad de la Real Hacienda en to- dos los casos. Por otro lado, los hijos menores de siete años debían quedar- se en Castilla, a excepción de que su destino fuera otro reino cristiano. El decreto de expulsión de los moriscos aragoneses y catalanes fue firmado el 18 de abril de 1610, y los últimos que recibieron la orden de salida fueron los murcianos, el 8 de octubre. En el Campo de Montiel, teniendo en cuenta las respuestas dirigidas al Consejo de Estado en 1609, justo an- tes de llevar a cabo su destierro, habría unas 650 familias de moriscos 1 , cifra inferior en un 20% a los existentes en 1575, lo que nos podría extrañar, te- niendo en cuenta que su índice de na- talidad era alto.
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