GACETA DE LA SOLANA NÚMERO 313

Gaceta de La Solana 18 Feria A gradezco sobremanera a las autoridades del ayuntamiento, así como a los que gestionaron el capítulo que nomina honores y dis- tinciones de la Villa, el designarme feliz pregonero de esta Feria de La Solana, mi pueblo. Celebro, además, la auda- cia que han tenido al concedérselo a alguien casi desconocido y que -como es mi caso- cuenta con muy modesto bagaje en el devenir de los asuntos tan- to del pueblo como de la feria. Y es que soy un solanero con tan menguado cau- dal en esas cuestiones como endeble es mi cochura ferial, ya que el relato que albergo como hijo de esta tierra ocupa, en mi vademécum personal, tan sólo seis de mis setenta y dos años; que fue- ron los pasé aquí de muy, muy niño y, algunos años después, como bachiller adolescente. Eso sí, pronto llené en algunos veranos de mi mocedad, mi somero conocimien- to rural del entorno. Tuve la gran suerte de seguir con atento esmero la experta mano en todo lo campero, de mi entra- ñable amigo y noble compañero Nicolás Padilla; que me condujo entre los áspe- ros liegos y juncales, riberas, carrizos y zarzales para llevarme hasta sus pozos y casillas, manantiales, quinterías, lagunas, andurriales... y a los chozos de la sierra que salpican, aquí y allá, la solanera tierra. Supongo, sin embargo, que esos mé- ritos que cito serían pocos para alcan- zar la dignidad de ser vuestro pregone- ro. Habrá no pocos entre los presentes que os lo merezcáis bastante más que yo. Aunque, pensándolo mejor, bien pudiera llegarme esa grata dignidad que hoy me alcanza, por otro lado: el de que también se valore mi perenne constancia de cómo he podido, durante tantos años -y a contracorriente-, ser un rebelde con causa y perseverar como un resuelto custodio y rocoso rompeolas del sentir solanero, manchego y... español, por donde quiera que vaya. Y, aún más, que todavía lo siga siendo donde habito. Decía el gran poeta austriaco Rainer María Rilke, que la patria del hombre es la de su infancia. Yo pasé la mía en Lé- rida, pero no me siento catalán; por el contrario, el escritor Max Aub, sostenía que uno es de donde hace el bachillera- to, y en eso si estoy de acuerdo. Y yo lo hice, entre los doce y quince años, aquí, en La Solana, en la Academia Minerva primero, para después estrenar el noví- simo instituto Modesto Navarro. Debió forjar mi firme telurismo actual, una astral conjunción entre el sentir identi- tario que brota en esa edad, con el des- pertar a la vida, todo ello amalgamado en algún momento crucial de mi ado- lescencia. Una señal indeleble que, para siempre, marcó mi ánimo; y es que des- de entonces mantengo firme, vigoroso y constante, el bizarro latido de cómo me reafirmo hoy, y de dónde soy, por do- quiera que voy. Uno, que conoció pocas ferias como muchacho -vacacionaba con mis pa- dres- mejoró tan exiguo ratio durante la mocedad -tardes del Club Bahía y noches en el Inma Park...-. Conté con el interesado -y muy curioso- bene- Volver Un momento del pregón en el parque La Moheda

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