GACETA DE LA SOLANA 311
Gaceta de La Solana 18 Colaboraciones Pilas, transistores y estrellas S erá difícil olvidar el 28 de abril de 2025. Un lunes que arrancaba con la motivación de un festivo próximo y la cercanía de mayo. Pero en cuanto medió la jornada, se alborotó. Cuando el reloj mar- caba las 12.33, todo se apagó. La corriente eléctrica -esa de la que tanto dependemos para cargar móviles, conectar ordenado- res, encender televisiones e incluso para preparar la comida (si no somos de los afortunados de la cocina de gas) dijo basta. A cada uno le pilló de una forma. Traba- jando, estudiando, descansando, haciendo la compra, viajando…o acompañando a algún familiar en el hospital. Lo que nos esperaba superó todos los límites. La red comenzó a caer, aunque podíamos acce- der a la actualidad. Y cuando vimos que el corte no era cuestión de nuestro bloque, de nuestro barrio o de nuestro pueblo, co- menzó el mosqueo. Llegaron las prisas y la sonrisa nerviosa. Esa de «bueno, esto debe pasar rápido». Pero no, la gente empezaba a caminar con más nervios, y la gente for- mó colas para comprar pan…por si aca- so. La otra imagen, pintoresca y made in Spain, estaba en las terrazas: los botellines y las cañas no faltaban a pesar del «cero absoluto» en las redes de abastecimiento eléctrico. Después tocó comer. Cada uno hizo lo que pudo. Los del gas butano eran los re- yes del mambo. Al resto nos tocó preparar lo que pudimos. A duras penas, consegui- mos ver algún informativo en el teléfono móvil o escuchar alguna emisora de radio para informarnos, viendo cómo cada dígito que bajaba la batería era otro desafío a la ansiedad. Pero pasadas las cuatro los re- petidores también pararon. El combustible se acababa y había que priorizar. En los domicilios, el reloj pasaba lento como un caracol. Segundos eternos, minu- tos pesados como botas de hormigón. To- tal, había que buscar refugio. Y al parecer, todo el mundo pensaba igual. La mejor op- ción era buscar el consuelo entre la gente. Terrazas llenas para buscar explicación. Trabajadores sujetando (casi literalmente) persianas de negocios. Toda clase de téc- nicos preparando lo que podría ser una no- che «difícil» en los accesos a los negocios. Entre tanto, comenzaba la búsqueda de un transistor. “¿Te queda alguno?”, era la pre- gunta del millón. “Bueno, me queda uno de los pequeños y con auriculares”. Menuda suerte (me repetía hacia mis adentros). Bendita compañía la de la radio. Poco que elegir en el dial. Sólo las emisoras públi- cas ofreciendo información en cadena en programaciones ininterrumpidas. Y alguna emisora musical que simulaba normalidad a ritmo de bachatas. Llegó el atardecer y comenzó la prueba de fuego. La noche caía y tocaba regresar. Las ventanas empezaron a reflejar penum- bras y luces tenues. Poca intensidad. La poca que permitieran velas, algún camping gas o las baterías. De fondo, algún grupo electrógeno en servicios esenciales. Tocó dormir pronto y esperar. Ventanas abiertas para percibir una luz exterior que esa noche no estaba. ¡Espera!... se ve una intensidad cada vez mayor. ¡Ha vuelto! Las farolas de la calle son la antorcha de la ilusión. Al minuto vuelve la luz a la habita- ción. Y comienzan los aplausos. Esto ya lo he vivido. Acaba la aventura de 12 horas. En La Solana, exactamente 12 horas y 35 minutos. Concluye una sensación de estar metido en una película. Y por el camino, miles de historias que habrá para contar: gente atrapada en ascensores, viajeros ti- rados en el campo en un tren, trabajadores que no habrán podido salir de la empre- sa…y personas mayores sin suministro para su máquina esencial. Empieza el 29 de abril. Nos despertamos. El radio-reloj muestra su rojo intenso en los números. ¿Tendré cobertura? ¿Habrá wifi? Comien- za el día después. Mejor olvidar la película que nos hemos creado sobre la causa de este ‘lunes negro’. Toca recoger las velas. Y guardar la linterna. Allí, en el cajón, apa- rece el transistor. Ese que guardarás como oro en paño. El mismo que nos conectó al mundo durante las horas más oscuras de un lunes de abril. Juan Pedro Araque Robles La luz volvió a la 1.08 de la madrugada del martes
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