GACETA DE LA SOLANA 310

Gaceta de La Solana 50 Colaboraciones Desde mi retiro Menos es más E sta lacónica y antitética cita de Peter Behrens -padrino de la racionalista cultura Bauhaus- fue la que determi- nó, desde principios del siglo XX, la esen- cia estética y funcional en el devenir de la arquitectura contemporánea. Una avan- zada corriente socio-cultural de la que no pocos se preguntarán cual es su relación con La Solana, que conserva escaso pa- trimonio memorable pese a que, ahora, se nos considere el pueblo más bonito de Castilla-La Mancha. Sin embargo, algunos postulados de la arquitectura popular solanera de princi- pios del pasado siglo, sí que coinciden con aquellos en el concepto: la sobriedad en el adorno, la austeridad en la apariencia y la economía en lo superfluo -primándose la eficacia-. Todo esto conforma el ideario de un plantel de jóvenes arquitectos europeos -años veinte- que despojaron de pesa- dez, recargados adornos y fatuos realces sus obras al implantar perfiles de líneas puras, austeras, funcionales y diáfanas. Mostraban así su eficaz y radical postura arquitectónica llamada funcionalismo. Una apuesta entre la necesidad sobria y el ra- cionalismo rentable. Aquellos rebeldes arquitectos, Walter Gropius, Adolf Meyer, Mies van der Rohe, Le Corbusier... despojaron sus creaciones de todo lo innecesario - “lo bueno si breve, dos veces bueno”, decía B.Gracián- mien- tras ideaban soluciones prácticas para sus obras, tan racionales y mínimas como en- frentadas a los fastos decimonónicos. Y aquí llega lo bueno, el campesinado solanero -y manchego en general- llegó a esa conclusión más de un siglo antes que ellos; de hecho, el ocaso de la Mesta y su quiebra, 1836, precipitó la mudanza en el empleo del menguante flujo pastoril tras- humante al brioso repunte del laboreo del campo. Surgen así, junto a las austeras y bregadas quinterías, el humilde cobijo y amparo de labriegos: las exiguas, so- brias, tan bien pensadas como resueltas, casillas. Ejemplo claro del minimalismo racional, austero y funcional, de nues- tros labradores. Eso sí, creado frente al desamparo y agobio de la llanura, la dis- tancia entre los pueblos y la necesidad de cobijarse. Casillas de labor en la llanura. Sombrajos de un estío enjalbegado, y al viento, un lienzo de pared trancado que supo contener su arquitectura. Uno, que sigue a Miguel Fisac -di una charla/reseña el noviembre pasado so- bre la arquitectura popular manchega, se guardó -como amagado apunte personal y a guisa de colofón- el parentesco con- ceptual de nuestras bicentenarias casillas con, quizás, una de sus más afamadas némesis: Le Cabanon -1952-, obra del arquitecto Le Corbusier. Un celebrado cu- bículo, de ¡15 m2!, que satisfacía toda la habitabilidad necesaria para la convivencia -con pernocta- de dos personas. ¡Cuán- tas parejas de gañanes solaneros habrán convivido y pernoctado -con su yunta- en las casillas cuando la distancia o el tiempo impedían volver al pueblo! Eso sí, desde su ventanuco no veían el índigo contorno marinero de Roquebrune sur Cap-Martin, en la Costa Azul, como sí veían los otros... Con suerte, nuestros gañanes verían en lontananza la difusa silueta de la sierra del Cristo, Consolación, Fuenllana o algún ma- jano “majadero”. Si el “menos es más”, que el gran di- vulgador Mies van der Rohe propagó, ob- tuvo éxito mundial -y entre nosotros cabal explicación-, no nos queda tampoco lejos la paradoja inversa del “más es menos”; y es que, cuando en mis alternas visitas veo por doquier chalets con arrebato alpi- no, o con torpe querencia ibicenca, o con impostada y pétrea castellanía, medrando en nuestros humedales -el Peral y Ruidera son triste ejemplo-, pienso ¿cómo pueden haber hecho, con tanto, tan poco? Y es que yendo de sobrados -con mal gusto- no siguieron los códigos -austeridad, identi- dad, sobriedad, eficacia- sobre los que se asienta nuestra severa e identitaria heren- cia arquitectónica. Mientras, de tanto en cuanto, visita tras visita, me recluyo y... ¡Acudo a Cervantes! Y es que visto lo visto, me desvelo al sentirme vigilante; y me consuelo por mantener latente en mi talante el pulso de sentirme, para siempre, laminitano, manchego y...¡solanero! Jesús Velacoracho Jareño Vilafranca del Penedès (Barcelona) Panorámica aérea Santa Catalina y alrededores.

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