GACETA DE LA SOLANA NÚMERO 302

Gaceta de La Solana 30 Reportaje A urelio M aroto Si algún día van por Karongi, pregun- ten por Messi. Pero no, no crean que ha- blamos del futbolista, sino de un chico del pueblo. Verán, resulta que el joven Felicien le daba bien al balón, se hizo del Barça y alguien decidió bautizarlo como el astro argentino, hasta el punto de conocerlo con ese ‘apodo’. Lo curio- so es que, una vez en España, cambió el azulgrana por el blanco y ahora tiene el corazón merengue. Felicien Harindintwary (Karongi, Ruanda, 1975) es un hombre hecho a sí mismo. Hace 6 años que aterrizó en Es- paña y en septiembre de 2022 tomó po- sesión como vicario de la parroquia de San Juan Bautista de la Concepción. Se defiende bien en castellano, aunque aún le cuesta entender algunos giros propios del terreno. Tiene mérito en un tipo que llegó a Alcalá de Henares sin conocer el idioma. “Solo tuve un mes de español intensivo y me costó mucho”, reconoce. Ahora domina inglés, italiano, francés y español, además del kinyarwanda, una de las lenguas oficiales de Ruanda. Quién pudiera…En este tiempo ha estu- diado Teología de la Evangelización en la Universidad San Dámaso, que suma a su honda formación filosófica y teológica. Infancia, guerra y genocidio Atrás en el tiempo quedó una infan- cia y una primera juventud marcada por el trabajo, el estudio, y también la guerra. “Fui un niño feliz”, asegura el más pequeño de 7 hermanos. Recuerda muy bien cuando trabajaba su propia tierra, dedicándose a la agricultura y al pastoreo. “Con ocho años ya criaba verduras, bananas y patatas y las vendía para ganarme mi propio dinero”. “En Ruanda es así”. Y mientras, al colegio. “Siempre fui buen estudiante”, afirma. Su vena religiosa la cultivó en casa. “Mi familia era muy cristiana, rezába- mos, íbamos a misa y empezó a gustar- me”. A los 13 años ingresó en el semi- nario menor de Nyundo, donde estuvo seis cursos. Terminó esa primera etapa formativa en 1994, año del tristemente célebre genocidio ruandés. Conviene recordar que en Ruanda convivían dos grandes etnias: tutsis y hutus. Los prime- ros apenas representaban el 15%, pero tenían el poder económico, mientras que la mayoría hutu era más humilde y es- taba sometida. Pero convivían. La revo- lución de 1959 derivó en una dictadura hutu y la expulsión de la minoría tutsi, hasta que en 1990 estos últimos invadie- ron el país con ayuda del vecino Uganda. El resultado fue una cruenta guerra que duró cuatro años y acabó con una terri- ble matanza; ¡un millón de asesinatos en apenas tres meses! Felicien, de 19 años, nunca olvidará aquella guerra fratricida, de la que afortunadamente salió ileso. Su formación católica siguió en los seminarios mayores, donde estudió nueve cursos más, hasta que fue or- denado el 27 de julio de 2002, con 27 años, en su parroquia de Birambo. Los siguientes quince años de trabajo pas- toral los pasó en tres parroquias más: Nyange, Mubuga y Busasamana. Pero un buen día recibió la llamada de su obispo: “Te vas a España”. Era uno de los cinco destinos posibles junto a Ita- lia, Bélgica, Francia o Alemania. Hizo la maleta y cogió un avión a Barajas. Lle- gó a Madrid un caluroso 15 de agosto de 2017 y se trasladó a Alcalá. “Fue un cambio muy grande por el idioma, la cultura y la mentalidad, pero me gustó y “Aquí he recibido cariño y me siento en familia” Felicien Harindintwari ha cumplido un año como vicario del Convento. Ha vivido de todo en su país natal, Ruanda, y lleva seis años en España, donde no ha faltado algún episodio de racismo. Pero en general es feliz en nuestro país, y particularmente en La Solana, donde todo el mundo le llama Feliciano. GACETA ha conocido su historia. En la parroquia donde trabajaba.

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