GACETA DE LA SOLANA 301

Gaceta de La Solana 28 Entrevista: A urelio M aroto U n carnaval sin Antonio El chato sería como un jardín sin flores. Y una feria sin él, casi también. Sudando la gota gorda mientras fríe pi- mientos verdes y la espalda le quema delante del asador de pollos, nos atien- de sonriente. “En peores plazas he to- reao”, bromea. Son las 9 de la tarde y la clientela llenará pronto las mesas de ‘El cocodrilo’, donde se gana unas perras y mata el gusanillo. Su vida profesio- nal ha trascurrido detrás de una barra y, ya jubilado, aún encuentra paz en la guerra de un chiringuito de feria. Y aclara: “Que nadie piense que trabajo ‘moro’, eh, todo está en regla”. Con 70 años cumplidos, recuerda que ha sido vendedor de tallos, pescadero, camare- ro, empresario, conserje… Y lamenta lo que más quiso ser y no pudo: futbolista. “Todo el mundo decía que era un fenó- meno con el balón, pero…”. Antonio Sánchez Curví (La Solana, 1953) ha vivido una feria más ayudan- do a Isidro Pinteras . GACETA ha estado con él para contarnos qué tal ha sido, cómo ha visto el ambiente y si realmen- te nuestra feria es tan célebre entre los pueblos del entorno. “A esta feria le pongo un sobresaliente, ha ido inclu- so mejor que el año pasado”, asegura. Dieciocho personas se encargaban de ‘El cocodrilo’, y aun así es difícil. “Aun- que lo organices bien, hay varias horas claves donde es casi imposible atender bien por mucha gente que tengas sir- viendo”. “Bajamos a las siete de la tarde y terminamos a las cinco de la mañana”. “La feria es una paliza”. No duda cuando le preguntamos dónde sitúa a la feria de La Solana. “Entre las primeras de la pro- vincia, por no decir la primera”. “Aquí la gente sale y gasta”. El chato no es el típico nostálgico que sacraliza los tiempos de antaño. Qué va. “Ni el carnaval ni la feria de antigua- mente eran mejores, solo diferentes”. Claro que recuerda con cariño los años del Inma Park o del Pájaro Loco, donde él trabajó, pero insiste en que el ambien- te de hoy es insuperable. “Antes, a las cuatro de la mañana no quedaba nadie en la feria, aunque también es verdad que la gente joven salía más temprano”. Sí hay algo que no ha cambiado: “Los feriantes nunca están contentos, aunque vendan mucho”. “Se quejan siempre y al año siguiente se dan tortas por volver”. Curiosa paradoja. Hablar con Antonio El chato es como viajar al pasado con una cámara de fil- mación. Personaje popular y carnava- lero de pro, ha vivido muchas vidas en una. Huérfano de padre con un año, es el pequeño de seis hermanos. A los 9 años se puso a vender tallos de Miguel Mateos por las mañanas y dulces de la Petra La plumera por las tardes. “Gana- ba casi cien pesetas diarias”, presume. Así empezó a mantener a su madre viu- da. Después pasó por la pescadería de Paulino Ruiz-Peinado en la plaza y su bautismo hostelero llegó en 1967, cuan- do Bernardino lo ‘fichó’ para el Bar Ca- rrascosa. Pero hubiera preferido fichar por un equipo de fútbol. A menudo cuenta lo que un día le dijo el mítico Cayetano Re mientras pasaba unos días en Onteniente. “Me vio jugar y me preguntó que dónde jugaba; al decirle que en ningún sitio se extrañó y me animó a probar en un grande”. “Tú puedes ser una figura, chaval”, me insistió. Pero eso implicaba abandonar el pueblo, el trabajo, el sus- tento familiar… Se tuvo que confor- mar con bajar de vez en cuando a La Moheda con los equipos de aficiona- dos. Ni siquiera atendió la llamada de Gálvez para jugar en el CF La Solana. “Bernardino no me dejaba, me decía que no quería un camarero lesionado”. En1979dejóelBarCarrascosayabrió el Burger Cervantes, más conocido Antonio ‘El chato’: hostelero audaz, carnavalero irredento y futbolista frustrado Antonio en sus tiempos de futbolista. En el Bar Carrascosa con Miguel y el pequeño Isidro (años 70).

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