GACETA DE LA SOLANA 299 MARZO-ABRIL 2023

Gaceta de La Solana 60 Caminar y contar H ubo un tiempo en el que nos mandaban a hacer recados, que era casi como mandar- nos a paseo; estábamos en pleno juego de bolas, chapas o tirándonos piedras, y una voz, casi siempre de una madre, tierna y lo más importante, nos llegaba con el deseo inmenso de que nos nece- sitaba ya. Salíamos a escape, y ellas, las niñas, igual, claro. Ahí quedaba la pelo- ta, la comba, el aro… O nos los llevába- mos a la tienda, sin problemas. A veces nos apuntaban en un papelito el pedido si se juntaban fideos con harina, azúcar o bacalao; otras, el recado era más fácil, pero pesaba un poco más y encima ca- lentaba. Tocaba visita a la droguería a por unos litros de petróleo, o a la señora que vendía carbón en su cuarto oscuro y calentico. Y picón para el brasero. La recordamos como si fuera ayer. Otro sitio muy animado eran las ho- jalaterías, y hubo varias en La Solana. Nuestro amigo Pablo, de Calzada de Calatrava y de la “mili”, nos decía que no tenían ninguna, pero que iba con frecuencia un hojalatero ambulante y les arreglaba todo lo que le sacaban a la calle. ¡Bravo por aquellos buenos ar- tesanos caminantes, con sus bártulos a cuestas pueblo a pueblo! No sabemos si Alejo Santisteban Campayo, uno de los que tanto trabajaron en su taller más o menos pequeño, pero que cabía de todo, sea de los más antiguos… Da igual, está entre ellos y creemos recordar que conocimos a todos, y que estén bien los que, ya retirados, disfrutan de una vida tranquila, más familiar y hasta como dice Alejo, “aún dando guerra” y recor- dando quizá en un cuartito o garaje de sus casas cómo conservan esas duras herramientas y son capaces todavía – manos fuertes, recias, casi mágicas– de ponerse a fabricar algún objeto de ador- no, o a arreglar un candil que siga alum- brando en las noches con poca luz… que ya no hay tantas. Cuenta Alejo, que es natural de So- rihuela del Guadalimar, Jaén, que tiene un castillo árabe y todo, que vinieron pronto a La Solana, previo paso por La Felguera asturiana, cerca de la indus- trial Langreo, donde pasó la infancia y vio a su padre trabajar lo suyo en una empresa y también como fontanero, ofi- cio que luego aprendería él. Y regreso a La Solana, con el buen recuerdo de la casita con el hórreo al lado, buenos vecinos, y la pequeña gran iglesia romá- nica de San Esteban. ¡Ah! y su escuela y su maestro que le enseñó al pequeño Alejo lo suficiente para… ponerse a tra- bajar, pues ya no cogería la enciclopedia aquella tan hermosa y completa de Ál- varez. Eligió la de la vida. Y padre e hijo con el abuelo que te- nía su “tallercillo” de hojalatería junto a la Plaza de la Villa, en calle de tien- das y juegos, esto porque había –y hay y restaurado hace poco– un gran arco que nos servía a la muchachada para imaginar, dar mil vueltas a la manzana, encontrarnos… Y, cómo no, asomarnos a ver al señor, luego tres, o dos y medio, en su tarea de arreglar cubos de zinc, sartenes, jarras del lavabo o cacerolas para cuando nos mandaran en casa a otro recado importante: “Acércate al hojalatero y que le ponga a la sartén una gota de estaño”. ¡Madres nuestras eran más resistentes que aquellos objetos! Y así íbamos comiendo y escribiendo tantas historias. A Alejo le “enristraron” un peto que a lo mejor se salía, pero se lo puso con 11 años. Sus padres le hicie- ron esa pregunta tan difícil que suelen hacer sobre los estudios y el trabajo, y el niño lo tuvo clarísimo. Y con dos maes- tros al lado, aún más. Ahí quedó toda una vida, desde los 11 hasta los 60, entre chapas, tijeras, martillos, cilindros… Y entre arreglos y fabricar alcuzas para el aceite, calderas para el agua (y bañarnos todos), pringueras, que los del campo saben mucho de ellas, o canalones de las casas, que hasta los domingos iban a echarles un vistazo. Y, en fin, como Ale- jo sabía mucho, la otra mitad de su vida la dedicó a la fontanería. ¡Saludos a la familia, y a disfrutar! Luis Miguel García de Mora Alejo, hojalatero de La Solana Alejo Santisteban, el tercero de una generación de hojalateros en La Solana, empezó de niño hasta tener su propio taller.

RkJQdWJsaXNoZXIy NTEwODM=