GACETA DE LA SOLANA NÚMERO 295

Gaceta de La Solana 46 Colaboraciones P or S antiago R omero de Á vila G arcía -A badillo N o puedes imaginarte, mi querida Virgen peregrina, cómo le estalla a uno de júbilo el corazón, y le revien- ta de ansia el esquelético pecho, cuando en el ejido de la plaza de toros, recortando y desafiando el amplio horizonte, se clava en el infinito azul de los cielos el puntia- gudo pingorote de una portátil capilla que encierra con amor la imagen de una Virgen morenota que lleva entre sus brazos un ni- ñito vivaracho y juguetón, que alegra a la chiquillería solanera. Pero sí puedes imaginarte, mi queri- da Virgen peregrina lo que supone para un solanero (que ama tanto a su terruño, que se clava hasta desentrañar la raíz más profunda de su suelo) enhebrar unas líneas de alabanza cuando no puede renunciar a ello, porque le ordena tajantemente su conciencia y se lo pide con insistencia el corazón. Pero Tú sabes bien que estas gentes de La Solana, que contemplan cada día la mag- nitud física de la barbechera en esta ingen- te planicie, mitad cielo y mitad tierra, están dispuestas cada septiembre para acercarse al espolón de tu castillo, por si el mocito va- lentón quiere hacer pinitos en el charco del pantano, o por si la chiquillería quiere untar- se los hocicos con el chocolate mañanero. Y es que, cuando empiezan a hacer chiribitas los ojos de las mozas que anduvieron en la noche de jarana, cantando su plegaria a La Patrona, quedan rendidas por el cansancio y la fatiga, no quieren perderse el despertar del alba y el principio de tu marcha a La Solana. Y aquí, en esta tierra horizontal, con tanta carencia de arbolado, bajo el sol bru- tal, o aguantando el viento frescachón, no te falta ni aun el más impedido, que acude con su silla de ruedas a divisar tu caminata por estos campos de estiaje; campos que no tienen ni un obstáculo que dificulten la visión del horizonte y que no siempre pa- gan con cosechas abundantes. Pero, ¿qué importa que el año haya sido raquítico si la fe es desmesurada? Aquí se olvida el rencor y la rencilla que provocaran sucesos ya pasados; y hemos de apiñarnos como una enorme panoja en la puerta de la ermita del Humilladero, o en la plaza, aún en faena, para gritar, como siempre, tu alaban- za; porque en esta tierra, tuya y nuestra, se funde la historia con el paisaje, se hermana el trigo con los viñales, se refugia el amor en este pueblo, que descansa en el llano, y se alza orgullosa una plegaria un poco guerrera en tu castillo y un poco apagada en la gloria de tu parroquia. Ya termino, mi querida Virgen andariega, pero antes tengo que pedirte algo: que siem- pre cuides al hijo que me nació con la prima- vera, que yo, en pago, siempre estaré pen- diente de los mojones que indican la dirección de un camino y los límites de un paraje en el eterno caminar de una Virgen peregrina. Artículo publicado en el diario Lanza el 17 de septiembre de 1976 Misiva para una virgen andariega La Patrona en una de sus salidas por las calles solaneras.

RkJQdWJsaXNoZXIy NTEwODM=