GACETA DE LA SOLANA 294

Gaceta de La Solana 6 Reportaje G ABRIEL J AIME E rase un hombre a una guitarra pegado. Julián García y su guita- rra son dos piezas indisolubles. Un extraño caso de gemelos que nacen conectados físicamente. Les llaman sia- meses. La protuberancia musical de Ju- lián no se haría notoria hasta los 8 años, según cuenta a GACETA. “A esa edad empecé a tocar la guitarra de mi abue- lo Pedro”. “Aprendí algunas cosillas de folklore manchego, jotas… pero aque- llo no me gustaba especialmente”. Por sus venas corría una potente corriente andalusí, que le guiaría hacia el fuerte y versátil género del amenco. Siempre tuvo debilidad por los tab- laos. Con 4 años comenzó a bailar se- villanas y otras danzas a amencadas, a ción que se prolongaría hasta los 11. Poco después, su tío José, a ncado en Málaga, le regaló su primera guitarra. Aquel familiar fue el germen de todo. “Le estaré eternamente agradecido, porque después también me pagaría las clases, los ampli cadores…”. Recibió las enseñanzas de Pedro López (Dúo Los Vecinos), primo de su madre. Con un puñado de lecciones y un don intrínse- co, deleitó al hijo del célebre Manzanita. “Me vio mucha soltura y se sorprendió porque no se creía que podía tocar así con tan poca formación”. El tío José le llevó al establecimiento de Pedro Maldonado, una de las me- jores fábricas de Andalucía, y le regaló una de las guitarras más caras. “Es una joya como suena”. “Fue brutal, allí ha- bía fotos de Paco de Lucía, Tomatito o Pepe Habichuela, que compraron sus guitarras allí”. Una arriesgada inver- sión para un imberbe de futuro incier- to. Pasó todo el verano en Málaga dan- do clases. Todos los días, de 10 a 12, de lunes a sábados. El nuevo maestro le ofreció una doctrina distinta. “Olví- date de tocar de esa manera, me dijo, y tuve que empezar de cero”. Aquel 19 de julio de 2004 La carrera de Julián tuvo su punto de in exión un año después, el 19 de julio de 2004. Aquella noche tocaba Paco de Lucía en las Cuevas de Nerja. “Es el mejor concierto que he visto en ‘No sé vivir sin mi guitarra’ A golpe de ritmo y compás, suena el rasgueo de una guitarra flamenca. Embrujo, sentimiento, pasión… El intérprete acaricia sus cuerdas y transmite emociones. Habla el instrumento. Enérgico y vigoroso, delicado y cadencioso. Nace la música y estremece percibir esos acordes celestiales. Un placer para los oídos y una mezcla entre admiración y envida ‘sana’ a partes iguales. Es Julián García Romero, un solanero con duende. ¡Sólo los ángeles pueden tocar así! Julián no para con su guitarra a cuestas.

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