GACETA DE LA SOLANA NÚMERO 293

Gaceta de La Solana 52 Nuestra Historia García Maroto y Antonio Machado en tierras castellanas E n 1907 aprueba el poeta Antonio Machado (Sevilla, 1875-Colliou- re, 1939) las oposiciones a la cá- tedra de francés, eligiendo la vacante de la ciudad de Soria, donde estuvo hasta 1912, fecha en la que se traslada a Baeza para continuar impartiendo sus clases en el instituto de esa localidad anda- luza. En 1919 retorna a Castilla para tomar posesión como catedrático de lengua francesa en el Instituto General y Técnico de Segovia. El pintor y escri- tor Gabriel García Maroto (La Solana, 1889-Ciudad de México, 1969) visitó al poeta en diciembre de 1926 y publicó en abril de 1927,. en la revista Nuevo Mundo, un artículo titulado Antonio Machado, profesor en Segovia, época en la que residía Machado en la ciudad del acueducto impartiendo clases de francés. En ese artículo, García Maroto narra el nuevo destino del profesor. “Tras de Soria, tras de Baeza, el poeta encuentra en su camino de profesorado oficial la ciudad de Segovia. Siete años hace que en Segovia vive el poeta, que Segovia al- berga al poeta”. [...] “Hace siete años que en una tarde fría, Antonio Machado, cantor, con acento amargo y profundo, de Castilla, viajero de mirar amoroso, llegó a la ciudad”. Y continua: “Macha- do, con voz grave, con su apasionado y singular acento, dijo su canción, no perdió el vuelo de su canto. En Soria, en Baeza, en Segovia creó su obra perfecta”. El poeta ya había publicado alguna de sus grandes obras: Soledades, galerías y otros poemas (1907) y Campos de Cas- tilla (1912). Machado se alojaba en la pensión regentada por doña Luisa Torrego en la calle de los Desamparados, hoy Casa Museo dedicada al escritor, “Guiado el poeta por amigos recientes, buscó po- sada pobre, como correspondía a su pobreza. Y pobre la encontró y recogi- da, y perdidiza” […] “Pasillos obscuros, techos bajos y alabeados, habitaciones reducidas”. Prosigue el artículo relatando el pri- mer paseo machadiano que empieza a primera hora de la mañana camino de su trabajo: “Tempranito, temprano, a la calle. Antonio Machado atraviesa Sego- via con su paso tardo, caminito de su obligación. Calle de los Desamparados, calle de Escuderos, Plaza Mayor, ca- lle de Juan Bravo, el Azoguejo, la agria cuesta de la Amargura, que a lo largo del Acueducto conduce al Instituto feo, abandonado, odioso”. García Maroto había acudido a una clase impartida por el profesor andaluz: “En esta ma- ñana fría de Diciembre, en un aula in- hospitalaria, durante una hora, hemos sido alumnos oyentes del poeta de las Soledades, profesor de francés”. Cuando terminaba las clases, Ma- chado regresaba de nuevo a la pensión “por el mismo camino seguido en horas anteriores, en días y en años idos, vuel- ve a la casa de la calle de los Desampa- rados, a su cuartito de estudiante, a la comida con el abogado del Estado, con el empleado del Catastro, a apostillar con desgana o zumba contenida diálo- gos anodinos”. Era tan fría la habitación donde se encontraba hospedado el profesor que se estaba mejor al sol de la calle, por lo que García Maroto comenta en su ar- tículo: “Tras comer, la calle, A la calle otra vez, con su andar pesado, costoso, deshilachado, desgarbado. Son las cla- ses casi todos los días las que le obli- gan al desasosiego que tan mal hace a su exigente intimidad, a su naturaleza recogida; son otras veces los cordiales amigos, el taller atrayente de Fernan- La casa de Machado. Dibujo de Maroto

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