GACETA DE LA SOLANA NÚMERO 287 - MARZO-ABRIL 2021

Gaceta de La Solana 46 Nuestra Historia P or J esús R omero de Á vila E n el siglo XV, durante los reina- dos de Juan II y su hijo Enrique IV, se sucedieron numerosas dis- putas y ligas o partidos entre los gran- des señores ante la falta de autoridad real. Como consecuencia, se degradó la administración de la justicia, produ- ciéndose robos, asesinatos y abusos. La situación se prolongó durante la lucha por la sucesión a la corona de Castilla, o guerra civil castellana y enfrentamiento con Portugal (1475-1479). No faltaron intentos de acabar con la inseguridad, como fue la creación de las Hermanda- des en 1466, por iniciativa de las pro- vincias, ciudades y villas, y que el rey apoyó pese a la oposición de grandes señores, sediciosos y hasta servidores del rey con pocos escrúpulos. Un caso muy llamativo de abuso, que también se dio en otras zonas, fue la violencia ejercida desde el castillo de Montizón sobre los vecinos de la To- rre de Juan Abad, con la intención de despoblarla y quedarse con sus tierras. Aparece descrita detalladamente en la declaración de esa villa al interrogato- rio de 1575, mandado hacer por Felipe II (1). Los reyes católicos, desde sus inicios, tuvieron como prioridad restablecer la autoridad de la justicia real. En 1476, tras la batalla de Toro, renovaron las Hermandades en la villa de Dueñas: “ los cuales siendo amadores de la justi- cia, por cuya falta las gentes facinerosas, mal acostumbradas del tiempo del rey Don Enrique cometían grandes robos e insultos, acordaron de hacer y renovar las santas hermandades ” (2). En 1486, estando en Salamanca, llevaron a su palacio la cancillería de Valladolid para examinar personalmente la expedición de los pleitos, pues habían recibido que- jas. Y en 1491 destituyeron al presidente y oidores de dicha cancillería de Valla- dolid, pues habían “ caído en grave des- cuido, porque en un caso que ante ellos vino, otorgaron apelación a Roma, de- biendo ellos de conocer en la causa ” (3). Son numerosos los documentos judi- ciales que nos han llegado, emanados del consejo real, algunos referidos a nuestra zona y a La Solana en concreto, como la carta de citación a unos vecinos del Pedernoso, fechada el 20 de enero de 1478, respuesta a una petición de justi- cia de un vecino de La Solana que decía haber sufrido un robo en 1476, explica- do al principio de la carta de la siguiente manera: “ Don Fernando y Doña Isabel, reyes, a vos Miguel de Játiva y Fernando Gómez y Juan Sánchez de Martín Sán- chez, vecinos del Pedernoso, luga de la villa de Belmonte, y a cada uno de vo- sotros salud y gracia. Sabed que Alonso de Noblejas, vecino de La Solana, lugar del Campo de Montiel, nos hizo relación por su petición, diciendo que puede ha- ber un año y medio, poco más o menos, que viniendo dos hombres suyos de la villa del Provencio con cuatro acémilas suyas, con sus carretas y aparejos con que ganaban su vida, por el camino real que va desde la dicha villa del Provencio a Socuéllamos, no haciendo ni diciendo porque mal ni daño deviesen recibir, que vosotros los sobredichos con otros seis o siete hombres, vecinos de la dicha villa de Montiel y del dicho lugar Pedernoso, vi- nísteis al dicho camino real y por fuerza de armas y contra su voluntad, le tomás- teis las dichas acémilas y carretas...” (4). La carta sigue mandando a los tres ci- tados que devuelvan lo robado, más el dinero que les dio el solanero Alonso de Noblejas para rescatar dos acémilas, más una cantidad por el perjuicio cau- sado, y les da un plazo de treinta días para presentarse a dar su versión y ale- gaciones, tras el cual el consejo dictará sentencia, después de haber oído al ve- cino de La Solana. No sólo se preocuparon los reyes por la seguridad de los caminos, también por el fomento del transporte de mer- cancías, concediendo privilegios a los carreteros y creando la Cabaña Real de Carreteros en el año 1497, que solían usar bueyes para tirar de sus carretas; sin embargo, Alonso de Noblejas en- ganchaba acémilas, mulos grandes usa- dos por los arrieros, necesarios para el transporte por terrenos poco propicios a las carretas, pero que se usaban por todas las rutas, pues el volumen de car- ga a lomos de caballerías era superior al de sobre ruedas. Probablemente, las recuas de acémilas o mulos trajineros más famosas fueron las de los arrieros de las aldeas de la Tierra de Yanguas, citados por Cervantes en Alonso de Noblejas, vecino de La Solana, pide justicia a los reyes don Fernando y doña Isabel

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