GACETA DE LA SOLANA NÚMERO 286

Gaceta de La Solana 40 Colaboraciones E n febrero de 1981 me encontraba en Madrid cursando 2º de Geografía e Historia. Pocos días antes del 23F, paseando por la Gran Vía, me entrevistaron fortuitamente para un programa musical que se emitía en televisión. Me pregun- taron sobre la música entonces de moda, el pop de la “movida”. Recuerdo contes- tar que no me gustaba la superficialidad de sus letras adormecedoras del carácter rebelde que la juventud debía tener. Por aquellos tiempos yo era más de los can- tautores “cansinos” con sus letras carga- das de compromiso social. La anécdota sirve para comprender el con- texto de aquella España que iba saliendo de la lucha antifranquista de los setenta y adentrándose en una sociedad más mo- derna, donde los valores de la joven de- mocracia iban implantándose con rapidez pero con constantes sobresaltos que mos- traban un viejo mundo que se resistía a morir. Efectivamente, el frustrado golpe de estado del 23F, visto desde ahora, fue poco más que un latigazo del viejo régimen, que aún coleaba en ciertas instituciones y es- tructuras del Estado. Aquellos primeros años de estudiante en Madrid vivía en una residencia de estu- diantes en el barrio de Malasaña, foco de la llamada “movida madrileña”. Ese lunes por la tarde me encontraba en la habitación con compañeros cuando entró alguien muy nervioso indicando que “algo gordo” había pasado, que pusiéramos la radio. Pronto comenzaron a correr las noticias del asalto al Congreso y todo el mundo regresó in- mediatamente de la universidad, o de la calle, para recogernos en grupos alrededor de los transistores. La larga tarde, noche y madrugada fue llamada posteriormente “la noche de los transistores”. Las noticias que se emitían de los diferentes aconteci- mientos en Valencia, El Goloso, etc., eran confusas y no fue hasta la aparición del rey en televisión cuando, como todo el mundo, comenzamos a sentir más tranquilidad y pudimos dormir un poco. No tengo la sen- sación de haber pasado miedo, pero sí de sentir la amarga tristeza de que una vez más se frustraba en nuestra historia la po- sibilidad de vivir en libertad. Al día siguiente, cuando las cosas estaban prácticamente resueltas, unos cuantos amigos nos fuimos a las inmediaciones del Congreso, completamente rodeado de policías, pero que permitían pequeñas concentraciones. Nos dedicamos a jalear y aplaudir a algunos diputados que salían, agotados y somnolientos, para dirigirse a sus hoteles o casas. Saludamos con afec- to a Juan Mari Bandrés, diputado vasco de Euskadiko Ezquerra, muy popular en aquel momento por representar un nacio- nalismo vasco de izquierdas, demócrata y mediador, para propiciar el fin de la vio- lencia de ETA. El final feliz de esta historia terminó el día 27, cuando junto a cientos de miles de ciudadanos nos congregamos en la mayor manifestación de nuestra historia. Resulta- ba emocionante ver pasar a los distintos líderes políticos y sindicales encabezando la marcha entre el clamor y el aplauso ge- neral, todos unidos poniendo en valor un sistema democrático al que muchos aún no habíamos valorado suficientemente, pero que, con sus defectos, era el único medio para conseguir por fin la convi- vencia en paz y libertad. Curiosamente, la principal consecuencia del golpe fue la definitiva aceptación por la mayor parte de la población y la consolidación plena del sistema democrático, justo lo contrario de lo pretendido por los golpistas. Post scriptum : no cundieron aquella no- che las muestras de heroísmo. Por ello, quiero resaltar a tres personas que sim- bolizaron en el Congreso la fuerza de la democracia: el presidente Suárez, el ministro Gutiérrez Mellado y líder de los comunistas, Santiago Carrillo. Para com- prender aquellos hechos, y especialmente la actitud de estos tres hombres, sugiero la lectura del libro de Javier Cercas, “Ana- tomía de un instante”. Gregorio Arroyo Salcedo Mi 23-F Gregorio Arroyo fue uno de los solaneros que vivió el 23-F de cerca.

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