GACETA DE LA SOLANA NÚMERO 286

Gaceta de La Solana 27 Reportaje Aumentan los encargos en los cambios de temporada y en invierno hay más de movimiento, con tapas y medias suelas como principal demanda. Las primeras tapas de los zapatos nuevos son otros encargos muy solicitados. Naturalmente, los nuevos hábitos de vida repercuten en el negocio. “An- tes íbamos andando a todos sitios y se desgastaban los zapatos, pero ahora usamos más el coche”. Los gustos con- temporáneos y la pandemia tampoco ayudan. La moda de los jóvenes se basa en botas parecidas a las militares y en zapatillas, pasando del zapato al depor- tivo. Además, la ausencia de eventos so- ciales agudiza la brecha. “Ahora no se ve mucho zapato fino o de tacón; la gente busca más la comodidad”. Este bache económico-social se nota. “Todo lo que no se compra, no se arre- gla”. “Si una mujer tenía cinco pares, se arreglaban los cinco, pero si hoy solo tiene uno…”. El coronavirus y poste- rior confinamiento mermó el ajetreo. Y en tiempos de crisis –dice- el calzado que le llega es de peor calidad. “Zapato bueno se ve poco porque es más caro y mucha gente no se lo puede permitir”. Explica que la piel transpira y el plástico no, que la piel se adapta mejor y dura más, pero que muchos “anteponen el precio, y creo que es un error”. Atrás quedaron los encargos de envergadura, laboral y monetaria. “En épocas buenas se forraban muchos zapatos y carteras para bodas, pero ahora la gente mira más el dinero”. Francisco reconoce en seguida a las personas por su forma de andar, y has- ta por la forma de llevar los zapatos a la zapatería. “Unos llegan casi intactos y otros casi insalvables”. Hay clientes que arreglan muchas veces los mismos zapatos porque van muy cómodos con ellos; otros tienen problemas de callos o durezas “y hay que meter el zapato en la horma”. Lo suyo son los arreglos, pero el me- jor escribiente echa un borrón. “Algún estropicio he hecho porque he sido un trasto”. “Alguna vez he estropeado zapa- tos y he tenido que pagárselos al cliente o comprarle unos nuevos”. Se le fue la mano con la máquina, con el raspado, con la cuchilla… o simplemente le dio un tinte distinto. Son gajes del oficio, en el que no faltan anécdotas, como algunas ‘desapariciones’. “Me han quita- do algunas cosas en la zapatería, como un cinturón que tenía que cortar o un par de alpargates nuevos”. Sin embar- go, nunca recela de su clientela. “Pasa mucha gente y hay de todo, pero la in- mensa mayoría son buenos, se fían y se dejan aconsejar”. Las zapaterías -como las peluquerías- siempre han sido un punto de encuen- tro, ideal para ‘dimes’ y ‘diretes’. “Por eso siempre nos han tachado de ‘licenciaos’, y no me extraña porque en la zapatería de mi padre trabajábamos dos, pero nos juntábamos ocho o diez”. De ahí el fa- moso dicho de ‘Zapatero a tus zapatos’ . Al parecer, un pintor se puso a pintar un cuadro delante de una zapatería y el zapatero no paraba de decirle cómo tenía que hacerlo, hasta que se hartó y le contestó con la archiconocida frase. Siempre hubo varios zapateros en La Solana, y con muy buena camaradería. “El amigo Manuel, una bella persona, en Santa Quiteria, Julián en la calle Ba- rro y mi padre en el Cristo del Amor”. “Se llevaban divinamente y se ayuda- ban en lo que fuera menester”. Ahora, Francisco capea el temporal solo. “La cosa está mal, no sé si por el momento que vivimos o porque las zapaterías ya no son negocio”. Su padre le decía que cuando el hambre llegaba a la casa del zapatero, se quedaba en la puerta, “¡y qué razón llevaba!”. “El chorrete no fal- ta, pero no da para comprar una finca con toros, como me dice algún cliente” –risas-. Actualmente, ‘El Zapa’ es el único au- tónomo que aviva la llama del oficio, pero puede apagarse cuando baje el te- lón. “No le veo futuro a la profesión y en algunos pueblos desaparecerá por- que no me consta que haya aprendices”. Tampoco habrá relevo generacional. “Aunque de esto se vive, no quisiera que mi hija fuese zapatera”, confiesa. Mientras tanto, ya sabes: ¡Zapatero a tus zapatos! Gabriel Jaime Francisco aprendió el oficio de su padre, Antonio.

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