GACETA DE LA SOLANA Nº285 - DICIEMBRE 2020

55 Reportaje Ponerse ‘en su piel’ También hay caballos ‘descalzos’, una moda que tiende a buscar lo natural, “pero estos precisan muchos más cui- dados”, explica. Un herrador también ayuda a rectifcar desviaciones en po- tros que nacen con esta anomalía. Junto a los veterinarios, utilizan el recorte y extensiones para corregir las pisadas del animal. Y es que trabajar con caballos es complicado porque no hay un patrón defnido. “Siempre intento ponerme en su piel, en su cabeza”. “Sobre todo hay que molestarlos lo menos posible”. “Al- gunos se ponen nerviosos cuando están solos; el truco está en herrarlos junto a otros”. El 90 por ciento se portan bien, excepto algunos que tienen más carác- ter. “Son exactamente igual que las per- sonas”. Después de trece años en el ofcio, no ha sufrido ningún infortunio, aunque sí algún susto. “Alguna coz me ha roza- do muy de cerca y piensas: si me llega a dar…”. Es raro el herrador que no ha tenido algún percance. Isidro recuerda un golpe en la cabeza y en el hombro: “fue culpa mía porque el caballo se en- fadó y al pelearme con él salí perdiendo; me sirvió de aprendizaje”. Algunos so- bresaltos se suelen producir cuando los equinos se incomodan por las moscas, como ejemplo. Isidro sostiene que es un trabajo algo peligroso, y no solo por la posibilidad de accidentes, “físicamente es duro y te castiga”. Los herradores trajinan cerca del suelo, a los pies de los caballos, y exige ciertas condiciones. El ambiente no es precisamente pulcro y perfumado, sino sucio e insalubre porque los cascos están llenos de basura, de orina… “mu- chos me dicen que serían incapaces de hacer lo que yo hago”. La furgoneta-taller Una furgoneta es su única compañera de fatigas. Una suerte de herrería móvil repleta de herramientas de mano y de fragua, yunque incluido. Martillos, te- nazas, pinzas y clavos, aunque la pieza imprescindible es un horno artesanal para fundir metales con propano. “Yo estoy acostumbrado, pero la gente aluci- na cuando se asoma al furgón”. Sabe que su trabajo no deja a nadie indiferente. Ejerce donde le llaman. Al principio ha- cía muchos kilómetros por Castilla-La Mancha, Madrid y Andalucía. Ahora tiene una clientela más cercana, en un radio de unos 50 kilómetros y solo al- gunas cuadras puntuales un poco más apartadas. Trabaja en horario matinal, de lunes a sábado, aunque suele exten- derse en víspera de romerías, concursos ecuestres, etc. La materia prima de su negocio son las herraduras, pero vivir entre ellas no le otorgan una dicha especial. “No creo que den suerte, pero si alguien piensa lo contrario tengo para dar y tomar”. Algunas de las que sustituye suele regalarlas por el tópico, aunque la mayoría son apiladas para chatarra; “a ver si me da para unas vacaciones cuando las venda”, bromea. De mo- mento, su experiencia y reputación le avalan, “mi mejor publicidad es el boca a boca”. Y su mayor suerte es tra- bajar y disfrutar con los caballos, dan- do rienda suelta a sus sueños. En pleno herraje

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