La_Solana_n283

Gaceta de La Solana 54 Colaboraciones L o primero que ha hecho María Jesús al encontrarnos, tras años sin vernos, ha sido hablarnos de La Solana, de nuestro lindo, lírico y luminoso pueblo al que vuelve en cuanto tiene ocasión, como ahora en estos días de verano un tanto in- sólitos; pero ella es de las que lleva, y bien, a rajatabla, la gran palabra volver: Volver a nuestra patria chica, a la casa, a los que nos esperan. Esperando, siempre esperan- do… Y volviendo, siempre volviendo. Lo siguiente, entre una amena charla de mu- jer y hombre de la calle, de vivencias, de encuentros, de gentes, ha sido un recuerdo a sus maestras, no a una, sino a tres – ¡y qué trío de señoras! – a las que toda La Solana, sin duda, habrá de recordar toda la vida de la forma más dulce y amorosa; eran ellas doña Gloria, doña Antonia y doña Angelines. Darían, sencillamente, para tres libros. María Jesús, que sabe de libros, las recuerda así: - Para mí, fueron ejemplos de sabiduría, sencillez y humanidad, que calaron muy hondo en mi vida. Y al instituto, después. María Jesús era una de aquellas adolescentes que veíamos pa- sar calle abajo, libros en las manos, espe- ranza en el mañana, camino de sus clases a las afueras del pueblo. Ajetreo matinal estudiantil, con autobuses llegados de municipios próximos, mezclados con los buenos hombres del campo en sus carros o tractores; por otro lado, muchachas bien preparadas en el arte de la costura se di- rigían a sus fábricas donde tanto cosieron en largas jornadas para tiendas y firmas de más allá de La Mancha… Cerca, fraguas y tejeras, viejos y duros oficios, formaban un variopinto conjunto digno de admiración, un gran paisaje humano. Y de vino bendi- to de la tierra, además, pues nos cuenta María Jesús que, al salir de clase, o en los descansos, salían disparadas a la carrete- ra parando coches, sorteándolos también, ofreciendo a los conductores el sabroso producto, unas botellas para recordar… Les fue bien, cómo no, y era un suplemen- to para sus viajes de fin de curso. En uno de ellos, Mallorca, y casi como en una pe- lícula, se enamoró por primera vez de un joven de Granada… Otros recuerdos de La Alhambra, claro, y cartas al buzón, y casi no llega a aprobar la Selectividad, encima. - Y, por fin, Madrid. - Era mi sueño dorado, estudiar en la capi- tal, que me acogió amorosamente, me dio trabajo, amor, estabilidad… Pero el pueblo tira siempre, y cuando murió mi madre, allá por el 2007, la radio me ayudó a aliviar mi herida. Radio Horizonte de La Solana me abrió sus puertas, y comencé a hacer “Crónicas de una solanera”, que ha estado en antena durante doce años y gracias a un gran equipo: Paulino, Aurelio, Rocío, Ga- briel… que me ayudaron mucho. Y recordamos, claro, aquella oficina de Te- légrafos donde hoy está la entrañable emi- sora y la ilustre y viajera Gaceta de La Sola- na. La de veces que íbamos todos a poner o a recoger (aunque siempre lo llevaban a las casas) los famosos telegramas, ¡ay!, y un señor llamado Juan – Juanito para to- dos – nos atendía a todas horas. Volaron para siempre aquellos papelitos azules, pero aquí quedaron otros y otras manos… Y voces. - Más cosas, María Jesús. - En el 2018 llamé a Radio YA, de Madrid, ahí estoy con dos espacios: Uno de ellos, “Crónicas a pie de calle”, donde llevo más de cien entrevistas a personajes diversos, desde Vicente del Bosque y su esposa Mari Trini, encantadores y sencillos, hasta mi paisano Luis Miguel García de Mora, pa- sando por el padre Benjamín, también de La Solana, así como escritores, cantantes, médicos, directores de orquesta, y un lar- go etcétera, pues todos tenemos nuestra mochila llena de historias, todos somos importantes; el otro, “Relatos nocturnos”, donde narro novelas, relatos de terror… Siempre dando protagonismo al misterio. La literatura ha sido, y sigue siendo, mi gran pasión. L uis M iguel G arcía D e M ora CAMINAR Y CONTAR De La Solana a Madrid, entre la radio y los libros María Jesús Romero de Ávila con su libro.

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