La_Solana_282

Gaceta de La Solana 42 Caminar y contar Pilar Chaparro, niñera desde los trece L uis M iguel G arcía de M ora Y endo de Manzanares hacia las Lagunas de Ruidera y Levante, aparece, en lo alto, el muy anti- guo pueblo de Alhambra, que cae den- tro del ancho y bello Campo de Mon- tiel, al que tantas veces íbamos desde La Solana, y más en verano, a ver su feria, o a pasar un día de excursión con visita a su castillo, o lo que quedaba de él. Mu- chas huellas de diversas culturas, pues Alhambra es un inmenso pedazo de historia. Lo que no podemos recordar es si vimos por allí a una mujer llama- da Pilar Chaparro Palomo, de profe- sión niñera, que prestaba sus servicios en una casa de familia numerosa, que conocimos tiempo después. Igual nos cruzamos con ella, camino de la feria, rodeada de niños, cinco o más, cuatro generaciones, cerca de los caballitos o del puesto de algodón… Con toda la ilusión del mundo. No hace mucho, antes del dichoso vi- rus, estuvimos con una de aquellas fa- milias que ahora reside en Guadalajara, tras un variado periplo por Calzada de Calatrava, El Provencio (Cuenca), Be- lalcázar (Córdoba), Ciudad Real y, por fin, la capital alcarreña. Con ellos, como siempre, Pilar, toda fidelidad, toda una larga vida a su lado, cuidando ahora a los padres de las niñas, desde que salió hace 68 años. No sabemos si habrá mu- chos casos parecidos, pero resulta ad- mirable, ejemplar, lo de esta mujer hu- mildísima, buena donde las haya, digna de novelas y películas de aquellas que, en otro tiempo, tanto nos emocionaban y que leíamos, veíamos, y hasta vivía- mos más de una vez. Hemos llamado a la casa para comentarles la idea de traer a Pilar a estas páginas –tantas merece- ría– de Gaceta y todo han sido facilida- des y gratos detalles poniéndonos a la gran niñera, una más de la familia, al teléfono. - Doña Pilar, ¿cómo está usted? Es para el periódico, unas preguntas. - Bien, muchas gracias, ¿y usted? Ya me dijo la familia que me iba a poner, y se lo agradezco mucho. - ¿Estaba usted ocupada? Pilar Chaparro - Haciendo ganchillo, como siempre. - ¿Le gusta Guadalajara? - Sí, tiene de todo y muchas iglesias, pero Ciudad Real me gusta mucho. - ¿Y su pueblo? - Hace mucho que no voy, bueno, un par de años. Como hemos estado en tantos sitios… Pero siempre me acuer- do de Alhambra y de cuando estábamos allí con tantas personas buenas que he conocido. Y de mi maestra, que se lla- maba doña Asunción Carrizosa, y su madre Fructuosa. Le decimos que vaya buena memoria que tiene, y confiesa que es gracias a Alfonso y Amada, el matrimonio, y a sus tres hijas, Mariló, Milagros y María del Pilar, que siempre le decían que le- yera. Y sigue leyendo. Nos habla de una tienda de ropa, Confecciones Alfredo, abierta desde los años treinta, típica y con mucho sabor, un poco a lo Acacias 38 , cuyos dueños, Alfredo y Dolores, años después, llamaron a su puerta di- ciéndole algo así: Se necesita niñera. Y hasta ahora, pero ya, claro, con más tí- tulos… Hay que nacer… Con 11 o 12 años ya cuidó de un hijo del alcalde de su pueblo, don Federico del Rey, que luego vivió en La Solana, y al pequeño de los muchos hijos de don Gregorio Pérez, un gran médico que también re- caló en la villa de la zarzuela . Recuerda Pilar tantos dulces, alegres y largos ve- ranos. - Cuántas experiencias, señora. - Sí, me gustan mucho los niños, como no me he casado, pues Dios me dio otros, y muy bien y contenta; a veces, tenía que torearlos, pero en broma, y ellos a mí. En ocasiones, hasta atendía en la tienda mientras los pequeños revoloteaban y las niñas jugaban con trozos de tela… Contaban que había una tela, de pope- lín, y que todas las mujeres del pueblo se hicieron vestidos para la feria. Y un maniquí muy mono en el escaparate llamado Pepito. Pilar lo cuidaba, y muy bien.

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