GACETA DE LA SOLANA Nº280

Gaceta de La Solana 8 Carnaval SÍMBOLO DIFERENCIADOR DEL CARNAVAL SOLANERO El carnaval de La Colasa A urelio M aroto E l Carnaval-2020 pasará a la historia por dos razones fundamentales, el tiempo primaveral y la recuperación del llamado ‘Entierro de La Colasa’. Una cita que incluyó el primer encendido de la lumbre en la plaza a cargo del Carnavalero, que este año fue Ángel Moreno Sánchez, y la presencia de las cámaras de CMM para darle más realce mediático. Los días previos disfrutamos de un carnaval pletórico de ambiente, con la Plaza Mayor y alrededores reple- tos de gente, al calor de un clima tan espléndido como extraño para esa época del año. El viernes, Ángel Mo- reno fue proclamado Carnavalero, y Ramona Sánchez y pronunciaron el pregón. Un pregón que nadie quie- re, por cierto. Los actos del domingo, lunes y martes, los contamos en las páginas siguientes. Un funeral francamente mejorable El Ayuntamiento de La Solana, con el apoyo de las peñas, del Cronista de la Villa y de los medios de co- municación, afronta el desafío de convertir nuestro carnaval en Fiesta de Interés Turístico Regional. En pocos pueblos se disfraza tanta gente y hay tanto am- biente callejero Las ‘viejas’, las murgas o el Entierro de La Colasa son singularidades. Pero ese funeral del miércoles es francamente mejorable. Hace falta más solemnidad y menos ruido. Pocos entienden esa bata- lla a ver qué carroza rompe los cristales con la música a todo trapo, que de singularidad tiene poco. En fin, todo se andará. P aulino S ánchez D elgado (Cronista Oficial de la Villa) E l carnaval solanero ha recupe- rado este año el Entierro de La Colasa, una tradición anterior a la moda del Entierro de La Sardina, extendido ahora a todo lugar donde se celebran carnavales. Los recuerdos de muchos, que ya tenemos determi- nada edad, nos llevan a las décadas de los 50 y 60 del pasado siglo, cuan- do el carnaval estaba permitido, que no autorizado, sobre todo lunes y martes. Pero en la tarde del miércoles de ceniza recorrían las calles grupos de mujeres enlutadas, con antifaces en la cara, llevando una caja con un muñeco al que llamaban ‘La Colasa’, lamentando con lloros su muerte . En su recorrido hacían paradas, dejaban el féretro en el suelo y con música de acordeón iniciaban un baile. Era una especie de imitación burlesca de los responsos de entierros reales, que por entonces se realizaban en las ca- lles en su recorrido hasta la iglesia. La comitiva tenía que aligerar, incluso echar a correr, cuando aparecía una pareja de policías municipales en su persecución. Si lograban alcanzar a alguna de las plañideras tenían segura una noche de calabozo y la corres- pondiente multa. Cuando la pro- hibición dejó de existir se acabó el morbo de ‘La Colasa’ y, tras un paréntesis, llegó ‘La Sardina’. Ahora, ‘La Colasa’ resucita como símbolo diferenciador de nuestro carnaval. El Carnavalero, Ángel Moreno, enciende la lumbre de La Colasa

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