GACETA DE LA SOLANA Nº276

Gaceta de La Solana 77 Colaboraciones las garras de un depredador. Junto con el tomillo y los demás arbustos aromáticos o espinosos, en los últimos millones de años se desplegó toda una gama increíblemente variada de hierbas anuales, que pasan los rigores del verano en forma de semillas deshidratadas, y aparecieron nuevos animales de campo abierto, como el co- nejo o su enemigo especializado, el lince ibérico. Quedó así una peculiar mezcla de fauna y flora de origen reciente junto a las reliquias de las vie- jas junglas, resultando así, como fruto de incon- tables milenios, toda la riqueza y el esplendor de nuestra naturaleza mediterránea. Esta es, pues, la gran historia en la que se enmarca el patrimonio natural de nuestros alre- dedores, la que explica que la naturaleza ibérica sea tan rica por doquier. Basten dos cifras: en la península hay unas 9.000 especies de plan- tas y se estiman como 50.000 de insectos. No en vano, el territorio de la cuenca mediterránea está reconocido internacionalmente como pun- to caliente de la biodiversidad mundial, que son áreas muy valiosas por su fauna y flora, pero también muy amenazadas. De hecho, si en los trópicos es donde la variedad de la vida alcan- za su máximo esplendor, fuera de ellos la mayor riqueza se da en las zonas de clima mediterrá- neo como la nuestra, con muchas especies ex- clusivas a escala mundial (endemismos), como el propio lince ibérico o más o menos la mitad de la flora mediterránea. De ahí la abundancia de áreas protegidas en nuestro país, pero lo que muchos ignoran es que fuera de esas reservas la naturaleza también resulta muy interesante y existe la obligación legal de protegerla, por la ley española y de acuerdo con los convenios inter- nacionales. ¿Y por qué hay que cuidar todo este patrimo- nio? Algunos pensarán, ¿qué pueden importar- nos todos esos ‘pajitos y bichos’? La respuesta es sencilla pero pocas veces se oye con claridad. En primer lugar, porque lo dice la ley: todas las especies cuya caza o pesca no esté autorizada expresamente están protegidas. Segundo, por- que cada especie desempeña una función en la naturaleza que casi siempre desconocemos o nos cuesta imaginar. Por ejemplo, la abeja solitaria Osmia cornuta es uno de los mejores polinizadores del almendro y, como anida en la madera muerta, retirar los troncos perjudica las cosechas de almendras. A veces una especie no nos resulta útil tan directamente, pero sí indirec- tamente, como hacen los carnívoros que impiden que haya plagas de sus presas. A la falta de pre- dadores se deben, en gran medida, los excesos de urracas y conejos que a menudo sufren los cotos y agricultores. Tercero, porque cada es- pecie es valiosa de por sí, no solo porque sea útil o bonita, y en clase siempre lo explico más o menos de la siguiente manera: se nos enseña desde la escuela a valorar como patrimonio las obras de arte, nadie discute sobre si la catedral de Toledo, las Meninas o el Quijote son algo va- lioso, pero todo ello, con su inmenso mérito, es obra del ser humano. En cambio, a ninguna de nuestras especies la hemos hecho nosotros; es más, seríamos incapaces de fabricar ni al más insignificante de nuestros insectos. Cada espe- cie es el resultado de millones de años de evo- lución y es el producto de fuerzas y tiempos que nos sobrepasan. ¿Qué tendrá más valor: lo que podemos hacer nosotros, o lo que no? Te invito a pensarlo, estimado lector, pero sobre todo te animo a acercarte un poco más a esa naturaleza cotidiana que tanto ignoramos, a recorrerla con otra mirada, más pausada, menos preocupada por terminar la ruta, cobrar la perdiz o lanzar el sedal, y más centrada en dos cosas que al hacer- nos adultos sentimos cada vez menos: el gusto de observar y la curiosidad por conocer lo que nos rodea. La ganga ibérica (Pterocles alchata) pertenece a un grupo característico de las zonas desérticas. Está adaptada a vivir en los campos abiertos que se extendieron durante los últimos millones de años, al ir desapareciendo los bosques. En verano, los machos cargan agua embebiéndola en las plumas del pecho y la llevan a los pollos para que beban.

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