GACETA DE LA SOLANA Nº275

Gaceta de La Solana 30 Reportaje Hay vida, y mucha, después de la jubilación Tomás Araque es un ejemplo, uno más, de que jubilarse no significa cruzarse de brazos esperando tu última hora. Todo lo contrario G abriel J aime C uando uno se jubila, todos los días son iguales. O no. Hay muchas cosas, muchísimas, “que ofrecen un acicate más para se- guir viviendo y luchar por algo”. Lo dice Tomás Araque Navarro, alum- no del curso de cuerda del Centro de Mayores desde hace unos meses tras aparcar definitivamente su vida laboral en el mundo de la construc- ción. Una decena de discípulos como él (seis guitarras y cuatro laúdes) arrancaron juntos esta aventura que ni habían soñado por lo más remoto. “Si me dicen que voy a tocar el laúd a mi edad, no me lo había creído”. Una de las múltiples actividades que ofrece el Centro de Mayores de La So- lana para potenciar el envejecimien- to activo es, precisamente, el curso de cuerda. Un didáctico taller para aprender a tocar instrumentos musi- cales como la guitarra, la bandurria o el laúd. Los alumnos adquieren los conocimientos elementales, empe- zando desde cero, con una formación muy adaptada y una sencilla metodo- logía que permite la participación de cualquier persona que lo desee. Sólo hay tres requisitos imprescindibles: ilusión, motivación y perseverancia. Otra condición ineludible podría ser el tiempo, algo tan codiciado en la juventud como excedente a partir de la jubilación. Persona afable, sincera y gran aficio- nado al fútbol, Tomás reconoce que “esto me hace sentir que hay otra vida a partir de los 65 años, veo que hay otras cosas y tengo mucha ilu- sión”. Su mujer, Asunción, siempre ha dicho que Tomás tiene un palustre en la mano y un balón en el pié. Es un fijo en ‘La Moheda’ cada domin- go que juega su CF La Solana y ya no ejerce como albañil, pero ahora tiene una nueva pasión después de descu- brir el laúd. Jamás había cogido un instrumento musical. Un buen día, un amigo suyo le habló del curso. “Es gratuito y te pueden proporcionar el instrumento”, le dijo. Lo del laúd fue casual, lo cogió porque es lo que toca su primo, según reconoce. El primer día en el Centro de Mayores se presentó al monitor, Antonio Serrano, y se fue de vacío porque no había instrumentos dis- ponibles. “Cuando salí camino de mi casa pensé en no volver más, pero a la semana siguiente me acerqué y me dieron un laúd”. Aunque le daba igual porque nunca había tocado, cree que acertó con la elección “porque lleva mucha melodía y me motivo cuando voy sacando las canciones”. Sin conocimiento alguno de solfeo, como el resto de sus compañeros que empezaron con él, utilizan una meto- dología adaptada. “Al principio pare- ce algo duro, pero con el tiempo te vas acoplando. Con la ayuda del monitor y con las ganas de aprender, cada día vas a mejor y te sirve de incentivo”. En vez de notas musicales, las ‘par- tituras’ tienen seis líneas (como seis cuerdas dobles que tiene el laúd) y están marcadas con un ‘cero’ cuando la nota es al aire y un ‘palito’ cuando es pisada, según explica el educando. “Las primeras clases no sabía si pisa- ba arriba o abajo y salía de allí peor que entraba, pero con la constancia y la paciencia del director…” Araque no habla sólo en primera per- sona. Cada uno de los compañeros que comenzaron con él podrían de- cir lo mismo. “Cuando no nos salían las lecciones, nos íbamos al bar para intercambiar impresiones pensando que no aprenderíamos nunca. Hici- mos una especie de pacto como los mosqueteros, nos conjuramos para seguir y aquí seguimos”. Su tesón fue la base, aunque el apoyo del maestro resultó fundamental. “El trabajo que hace Antonio Serrano con nosotros no tiene precio, y especialmente la Tomas nunca había cogido un instrumento musical

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