GACETA DE LA SOLANA Nº271

Gaceta de La Solana 23 Reportaje Diego explicando geografía, don Severi- no ciencias naturales y el más simpático de todos, don Isaías dando religión”. La influencia de Manuel Díaz Sirgo Años en los que forjó su vocación mé- dica. “Nunca pensé en hacer otra cosa” –afirma-. Y una de las personas que más influyó fue Manuel Díaz Sirgo, recorda- do médico de familia que también fue alcalde entre agosto de 1965 y marzo de 1968. Recuerda su aspecto imponente y modales exquisitos, “hasta que indi- caba unas inyecciones que ponía Pedro el practicante y ya me gustaba menos”, bromea. Militar por casualidad Manuel Cesáreo López siente un gran or- gullo militar y luce con honra su ascenso al generalato, pero admite que su acceso a la milicia profesional tuvo una génesis fortuita. Un convenio en la Compluten- se permitía a los alumnos formarse en el hospital militar ‘Gómez Ulla’. “Me apun- té y descubrí un universo nuevo”. Aunque siempre quiso ser médico de pueblo, como su admirado don Manuel, al aprobar las oposiciones de sanidad militar a la primera, con sólo 22 años, su rumbo dio un giro. “Casi sin darme cuenta estaba en la academia de Zarago- za y era teniente médico”. Con 25 años ya era médico-jefe de la academia de subo- ficiales del Talarn (Lérida). Cirujano torácico Siempre mantuvo una predilección por el mundo de la cirugía, de modo que se unió a un grupo de cirujanos que hacían trasplantes de pulmón en ani- males. Ya no abandonó su formación paralela en lo que él llama “apasionan- te mundo de la cirugía”. No olvida su destino en el Regimiento de Infanteria ‘Flandes 30’, en Vitoria, donde coinci- dió con muchos soldados de La Solana, “que pasaban a ser los enchufados del teniente médico” –bromea de nuevo-. Finalmente, aprobó unas oposiciones para acceder a la especialidad de Ciru- gía Torácica. Cinco años de estudio, de trabajo intenso y un año de residencia en el hospital ‘12 de Octubre’. En el ‘Gómez Ulla’ ha sido médico re- sidente, jefe de residentes, vocal de se- siones clínicas, adjunto, jefe de sección... Hasta que recibió un encargo importan- te cuando trabajaba a plena satisfacción: la jefatura del servicio de urgencias. “Acepté por disciplina y a regañadientes” –reconoce-. Le tocó lidiar con cambios estructurales, estatutos de los médicos laborales, informatización del hospital. Todo, en un contexto de crisis de voca- ciones militares. “No había día bueno”. Pero también encontró el impagable apoyo de mucha gente, lo que él llama “generosa e infinita colaboración de mé- dicos, enfermeras, auxiliares, técnicos de rayos, celadores…”. Un equipo de 120 profesionales capaz de atender a 75.000 pacientes anuales. Ya con el empleo de coronel, le buscaron para dirigir el hos- pital militar de campaña. Después aceptó el mando de la Brigada de Sanidad, unidad muy compleja con 4 agrupaciones, 400 vehículos tácticos y 600 soldados. Y cuando ya tenía el trabajo organizado y cuajado, recibió una llamada de la ministra de Defen- sa para ofrecerle la dirección Hospital Una profesión apasionante La sanidad militar española está repleta de episodios heroi- cos, que a menudo pasaron, y pasan, desapercibidos. No sólo en atención médica y rescate de vidas, sino también en materia de avances científicos de relie- ve. Según el general López Pe- rales, la misión fundamental de la sanidad militar actual es dis- poner de médicos, enfermeros y personal sanitario que per- mitan la proyección sanitaria hacia las operaciones de paz. “Se puede comprobar a diario en las bases españolas de países como Irak, Afganistán, Líbano o Letonia. También en los buques de la Armada en el Mediterráneo y en el Océano Índico hay equipos quirúrgicos preparados en el ‘Gómez Ulla’, capaces de realizar intervenciones quirúrgicas en ambientes hostiles, incluso bajo el fuego”. Considera que su profesión tiene un enorme poso de nobleza y que ser mé- dico militar es un privilegio y una gran suerte a la vez. “Es un buen momento para que un joven estudiante se haga médico militar”. “Encontrará soluciones a todos los problemas, tropezará con gente excepcional y tendrá una carrera profesional excelente en la medicina y en el ejercicio del mando de unidades sanitarias”. Todavía en plenitud de facultades mentales y también físicas (sale a trotar a menudo), el general López Perales ha logrado alcanzar las máximas cotas en su vocación profesional. No cesa de citar a su mujer, Paloma, y a sus hijos, como estimulantes de sus sueños. Consciente de que, por edad, no tardará mucho en devolverles el tiempo que les ha ‘robado’, no duda en animar a los jóvenes solaneros a decidirse por la rama médica en la milicia. “Que no ten- gan miedo, el techo lo pondrán ellos mismos”. ‘Gómez Ulla’, cargo que ocupa en la ac- tualidad, ya con el empleo de general de brigada. Respeto y vértigo El Hospital Central de la Defensa lleva el nombre del laureado cirujano militar, Mariano Gómez Ulla (1877-1945), y des- de el año 2007 también es de uso civil y destaca por su unidad especializada en enfermedades infecciosas. Dentro traba- jan 2.000 profesionales civiles y 200 mili- tares, además de estudiantes de medicina y residentes. “Produce un enorme respeto y algo de vértigo dirigir a tanta gente, pero sonmuy buenos profesionales”, afirma. Es un trabajo que exige preparación, pero sobre todo mucha pedagogía. “Si acom- pañas cada orden de una justificación se entienden las cosas mejor”. “Cuando se impulsa a los servicios para que el fin último sea la excelencia en la atención al paciente es difícil confundirse”. El general López Perales en unas maniobras con la BRISAN

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