Gaceta de La Solana Nº 240 - page 66

Gaceta de La Solana
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Reportaje
Solaneros en Alemania
Agustín no tiene miedo a lo desconocido. Es valiente y, si hace falta, se pone el mundo por montera. María
José tiene más reservas. Le cuesta hacerse a la idea de un viaje demasiado largo, tal vez sin billete de vuelta.
En cualquier caso, les une su fuerte relación sentimental y la ilusión de abrirse camino desde el punto de vista
laboral. Son el arquetipo de jóvenes españoles, y además solaneros, que han partido en busca del horizonte que
no encuentran en su patria. Su destino, Alemania. De momento, sin prisas por regresar.
mecánico de la BMW en el que operan
unos 300 empleados. Eligió mecánica ge-
neral y comenzó a trabajar, sin más. Pero
advierte que no es lo habitual “tuve suerte
de encontrar trabajo tan pronto”.
Trece meses después, Agustín es feliz
“trabajamos sin prisas y con bastante
libertad”. Son ocho horas de jornada.
Exactas. Ni un minuto más, y ni uno
menos “valoran mucho la puntualidad,
y si llegas antes de la hora, mejor”. Ha
descubierto la gran paradoja de ver
cómo los alemanes trabajan menos.
Menos horas, claro. La diferencia es la
productividad, donde los alemanes son
maestros a diferencia nuestra. Los tiem-
pos están medidos y lo primordial es la
calidad “no verás un tornillo mal pues-
to”. Además, ha encontrado el trabajo
que le gusta, para el que estudió. Tiene
contrato hasta julio del año que viene,
pero en la empresa le dicen que quizá lo
hagan indefinido. ¡Ojala! –suspira-.
A
urelio
M
aroto
A
gustín Martín-Zarco Gallego
tiene 21 años y todos los días
recorre 12 kilómetros en bici-
cleta. Es la distancia, ida y vuelta, entre
el piso de alquiler y su trabajo en un ta-
ller mecánico. En abril de 2012 llegó a
Aquisgrán, la histórica ciudad teutona
donde vivió y murió Carlomagno. Dis-
frutaba de una beca Erasmus para tres
meses, pero su idea era quedarse. De
padre agricultor, nunca le ha gustado
el campo. Ha hecho el grado superior
de Automoción y quería conocer otras
culturas, otros idiomas… Sus padres le
dieron el empujón definitivo “siempre
me apoyaron en mi decisión”.
Fue llegar y besar el santo “a la semana
de llegar empecé a trabajar” –admite-.
Mientras, se pagó un curso de alemán
en una academia al “módico” precio de
400 euros mensuales. Pero merecía la
pena porque “saber alemán es clave y te-
nía que aprender rápido”. En su primera
entrevista de trabajo le ofrecieron desti-
no en la Kohl Automobile, unmacro taller
Agustín y María José en Colonia, con el Rhin y la catedral al fondo.
Agustín trabajando en su taller de la BMW.
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