GACETA DE LA SOLANA Nº291 - NOVIEMBRE - DICIEMBRE 2021

Gaceta de La Solana 72 Colaboraciones L uis M iguel G arcía de M ora H emos pensado muchas veces en él, y hasta parece que lo estamos vien- do recorrer las calles de La Solana, muchas empinadas, en su viejo oficio de transportista; un montón grande de paque- tes diversos que repartía a diario a domi- cilios, fábricas de hoces, comercios… Se llamaba Manuel Bueno Naranjo y tuvimos amistad con él. El carro hasta los topes y un burro llamado Fusiles, era la tarjeta peculiar de este hombre bueno donde los haya, como los habrá habido, y tantos, en pueblos y ciudades en esos años donde tanto abundaron aquellos benditos vehí- culos; en Madrid, aparte de verlos en pe- lículas, alguien nos habló de uno de ellos; una señora centenaria quizá…O en Alcalá, un militar llegado de Segovia, cargadísimo, que “echó” mano del mozo de estación, con su “Platero” para llevar sus bultos a una pensión. En fin, historias de antes, de mucho trabajo, sacrificio, sin descanso apenas, con frío o calor fuertes, pero que conocimos y hay que sacarlas. Y nos hemos puesto en contacto con dos mujeres que nos van a hablar un poco de Manuel; un mucho, mejor dicho, pues daría para varias crónicas. Son Catalina, una de sus hijas, y Manuela, una de sus nietas, que reside en Madrid. La primera estaba viendo una novela cuando la llama- mos. “¡Ah, eres tú, ya me dijeron que lla- marías!. Mi padre, en verano, siendo joven, muchos domingos se iba a San Carlos del Valle ‘El Cristo’ con un hombre de Valencia que estaba en una fonda y vendía helados, y lo llevaba en su carro. Y volvían por la tarde, pues el lunes había que trabajar. Tuvo tres burros: Chaparrales, Sabañones y Fusiles. Como la cuadra estaba bastante retirada de nuestra casa, por la noche, al ir a dar de comer al animal, se llevaba un farol porque no había luz en el corral. Tra- bajó mucho toda su vida y la gente, todo el pueblo, lo quería. Era cofrade de la Virgen de Peñarroya, a la que tanto acompañó en las romerías preparando viandas y lo que hiciera falta. Le trajo mi hija un puro muy largo de Canarias, pero no se lo fumó, lo llevó el día del Ofrecimiento y lo pujaron con todos los regalos”. Le agradecemos a doña Catalina sus palabras y su tiempo, y hablamos con una madrileña-manchega muy atenta también con nosotros. ¡Y cómo recuerda a su abue- lo!: “Cuando falleció, el 11 de noviembre de 1980, mi abuela Josefa (su mujer) no solo sufrió su pérdida, sino que tuvo que vender a Fusiles. La noche anterior, él se sentó en la cama mirando su vieja caja de fotos y recuerdos… Guardo una medalla de la Vir- gen, su gran pasión. Madrugaba mucho y desayunaba ensalada de limón (agua, limón y sal), y a mi hermana y a mí nos la hacía con azúcar y hala ¡a mojar pan! Tres cosas que nunca dejaba: Su boina, su reloj y unas gafas con una lente rota como las de Ma- nuel de Falla. Apañaba a su Fusiles y se iba al almacén del Despacho Central a repartir; después de comer volvía a la tarea, mo- mento mágico para mi prima Rosa y para mí, que cuando oíamos el “¡arre, arre!” nos escapábamos para subirnos al carro y soñar que nos íbamos de viaje junto a Sultán, un buen perro lobo de la familia”. Manuela, emocionada, evoca, y con ale- gría, los días que su abuelo pasaba en casa de su hija mayor, Gabriela. Le impresionó la gran ciudad, donde había hecho la mili. Desayunaba escuchando Radio Minuto, costumbre que no perdería jamás. Y salía a buscar amigos que encontró en la taberna del tío Pepe, donde tomaba su vinillo, como hacía los domingos en las típicas tabernas de La Solana. Era feliz con muy poco, sabía disfrutar de la vida, de cada momento, sin más. Tuvo doce hermanos. Y una frase re- donda de su nieta al final: “Brindo por toda su generación, que superaron guerras, hambre, y lograron tener la calma de vivir”. “Eran libros abiertos, sin filtro…”. Caminar y contar Aquel hombre del carro y su burro Manuel y su inseparable burro, junto a su carro en La Solana.

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