GACETA DE LA SOLANA Nº285 - DICIEMBRE 2020

25 Entrevista como irresponsables. El plebiscito de las armas impuso el maniqueísmo y el mito (a todas luces falso) de las dos Es- pañas, cuando apenas unos meses antes las elecciones de febrero dibujaron un perfl de la sociedad española plural, e incluso mayoritariamente moderado. A la ciudadanía es obligado ofrecerle explicaciones complejas sobre una épo- ca en sí misma extraordinariamente enrevesada. En tal contexto, los ciuda- danos se vieron arrastrados y arrasados por los acontecimientos y por una con- frontación ideológica que se planteó al menos a tres bandas en toda Europa, donde contendían los partidarios de la democracia (cada vez más en minoría), el fascismo y la revolución. P. Quedan ya pocos espectadores pre- senciales de aquel conficto, y no di- gamos actores ¿Qué aprendieron de aquello y qué hemos aprendido noso- tros de ellos? R. Pues la mayoría de los españoles, como también la mayoría de nuestros paisanos, como tuve ocasión de com- probar en las entrevistas una y otra vez, sacaron una enseñanza a todas luces muy clara: que aquello fue un desastre sin paliativos que no puede volver a repetirse bajo ningún con- cepto. El inmenso dolor causado a las generaciones que sufrieron la guerra y la dictadura no encuentra ninguna justificación, menos aún una justifi- cación política, por más que algunos pretendan todavía hacer lecturas he- roico-míticas de aquel pasado. El in- dudable éxito de la Transición a la de- mocracia, fruto del esfuerzo colectivo de millones de españoles de todas las tendencias, y no sólo de tales o cuales políticos o del Rey, se explica en buena medida a partir de ese trauma de fon- do. Cuando en los primeros años de la Transición vi al alcalde José López Po- sadas —persona para mí entrañable— y demás concejales de izquierdas mar- char juntos en las procesiones con los concejales de derechas, me dije: ahora sí que se ha terminado la guerra civil, ahora sí que hemos aprendido de las enseñanzas del pasado. Fueron años emocionantes, intensos, una auténti- ca lección democrática, de aceptación del pluralismo y la convivencia por parte de todos. No debiéramos echar al olvido aquellas imágenes de con- cordia y entendimiento. P. ¿Sigue habiendo un empeño cons- tante por ‘desenterrar’ a Franco? R. La inclinación a utilizar el pasado —y no sólo la fgura de Franco— para obtener réditos políticos en el presen- te viene siendo una tentación a la que se aferran algunos partidos desde hace aproximadamente dos décadas. Esto no ocurría, o no de forma tan descarada, durante la Transición y en los primeros años de la consolidación democrática. Franco murió hace 45 años y con él la dictadura que encarnó. Agitar su espan- tajo en un sentido o en otro a estas al- turas, amén de un anacronismo, es una manifesta irresponsabilidad que no nos merecemos, cuando ya casi no que- dan personas que vivieron la guerra ci- vil. Constituye un recurso que sólo sir- ve para envenenar la convivencia. A la altura de 2015, el 55% de los españoles habían nacido después de 1975 y otro 13% tenían menos de quince años en esta segunda fecha. Por tal razón, po- demos afrmar que Franco ya pertenece defnitivamente a la Historia y desde tal perspectiva —no exenta de espíritu crí- tico— debe abordarse su fgura al igual que las de otros dictadores, por muy discutible que podamos considerar su trayectoria los ciudadanos imbuidos de valores democráticos. Dictadores que, sin que sirva de consuelo, fueron legión en el muy accidentado siglo XX: Lenin, Mussolini, Stalin, Hitler, Mao, Pino- chet, Pol Pot, Sadam Husein, Idi Amin, Castro… La lista resulta interminable. P. Algunos dicen que vuelve a haber ‘ruido de sables’ ¿Exageración? R. No es una exageración, es una fala- cia. Si ha habido una institución que ha demostrado una trayectoria impeca- ble desde el 23-F de 1981 han sido las Fuerzas Armadas, cuya adaptación a la democracia, en el marco de la Unión Europea, no ha podido ser más ejem- plar. Aquí los únicos que han intenta- do destruir los fundamentos de nuestra convivencia en tiempos recientes —con un comportamiento a todas luces cri- minal— han sido los independentistas que intentaron dinamitar la legalidad en el otoño de 2017, en la pretensión de hurtarnos la soberanía y el derecho a decidir a todos los españoles. P. ¿Es imposible otro 36? R. Ciertamente, en los dos últimos siglos han proliferado en España las guerras civiles, los golpes de Estado y las insurrecciones de todo tipo. Sin embargo, y aunque el futuro sólo está al alcance de la Divina Providencia, yo creo francamente que una expe- riencia como aquella no volverá a repetirse. La pertenencia a la Unión Europea es un sólido antídoto en este sentido. Cabe añadir además que, a estas alturas, después de cuatro dé- cadas largas de experiencia constitu- cional, los españoles podemos hacer gala de una sólida cultura democrá- tica, porque en su mayoría hemos aceptado bien el pluralismo y no ve- mos a nuestros adversarios políticos como enemigos irreconciliables, tal y como sucedía en el período de en- treguerras. De todas formas, la capa- cidad predictiva de los historiadores suele ser más bien nula, así que no quiero ejercer de futurólogo. P. Fernando, y después de Retaguardia Roja , ¿qué? R. Estoy inmerso en varios proyectos, que ya veremos si llegan a buen puerto y si el cuerpo aguanta, pues los años no pasan en balde tampoco para los histo- riadores. Lo que sí puedo decir es que en el mes de marzo saldrá a la calle un libro colectivo, dirigido por Manuel Álvarez Tardío y por mí, titulado Vidas trunca- das. Historias de violencia en la España de 1936 (Galaxia Gutenberg) donde, a través de una serie de historias de vida, ofrecemos un análisis de las continuida- des y rupturas políticas que se dieron en torno al golpe de Estado del 18 de julio. El capítulo con el que yo contribuyo a ese libro lo centro en la biografía de un paisano nuestro, Andrés Maroto y Ro- dríguez de Vera, político conservador agrario que alcanzó una gran resonan- cia nacional en aquellos años y del que la mayoría de nuestros paisanos segura- mente no han oído hablar. Desde al me- nos el siglo XIX, La Solana ha aportado y sigue aportando muchos políticos de altura, pero quizás no somos sufciente- mente conscientes de ello… Quiero aprovechar la ocasión para brin- dar este premio a todos mis paisanos, primero, porque mi vocación de histo- riador se forjó en La Solana escuchando relatos que en buena medida han inspi- rado este libro. Y segundo y sobre todo, porque me siento muy orgulloso de mis orígenes manchegos, de los que me pre- cio allí por donde voy.

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